La OEA: Esa cosa tan fea

Editado por Martha Ríos
2017-02-23 16:36:21

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Imagen de Archivo

Por Raúl Menchaca

Fundada en 1948, pocas entidades internacionales han tenido menos prestigio que la Organización de Estados Americanos (OEA), también conocido como el Ministerio de Colonias yanqui, un epíteto que le colgó el ocurrente Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad.

Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba el tres de enero de 1962, y la OEA tardó apenas 28 días en aprobar una resolución que nos excluyó del sistema interamericano.

La traición se consumó el 31 de enero de ese mismo año, en la Octava Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, que tuvo por escenario una de las salas del Casino del Hotel San Rafael, en el balneario uruguayo de Punta del Este.

La resolución, aprobada por 14 países, con el voto en contra de Cuba y México y la abstención de Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay, justificaba la expulsión de nuestro país por su adhesión al marxismo leninismo, lo que supuestamente quebrantaba “la unidad y la solidaridad del Hemisferio”.

Pero el embate de Estados Unidos a través de la OEA no se quedó ahí, sino que dos años después, en 1964, en la IX Reunión de Consulta de Cancilleres, celebrada en Washington, se pidió a los gobiernos del continente romper relaciones diplomáticas y consulares con Cuba, algo que todos cumplieron con la excepción de México.

Sin embargo, en relación con la Cuba revolucionaria la OEA arrastraba un largo prontuario de felonías, porque antes se había pasado con fichas cuando quedó en silencio antes los bombardeos a las ciudades cubanas en los primeros años del triunfo verde olivo.

También eludió condenar la invasión de Playa Girón, ni siquiera cuando los mismos mercenarios inculparon públicamente a Estados Unidos por ser el instigador y organizador de la intentona.

Otras víctimas

Cuba no ha sido la única víctima de la OEA, una entidad regional que “tiene una historia que recoge toda la basura de 60 años de traición a los pueblos de América Latina”, afirmaba Fidel en una de sus Reflexiones.

Una de las primeras fue la Guatemala de Jacobo Arbenz, que en 1954 sufrió una invasión colectiva avalada por la OEA para derrocar a un gobierno empeñado en hacer cumplir una Ley de Reforma Agraria y otras medidas de corte social.

Más tarde, en 1965, en pleno cerco contra Cuba, y para evitar el ejemplo, Estados Unidos forzó una resolución aprobada por estrecho margen que trató de darle un carácter legal a la invasión a República Dominicana, cuyo fin era frustrar el triunfo de un movimiento popular constitucionalista.

Las invasiones militares de Estados Unidos también fueron avaladas en los casos de Granada, en 1983, y Panamá, en 1989, para ahondar el descrédito de una organización que solo rectificó su posición hacia Cuba, en junio de 2009, por la presión de un grupo de países latinoamericanos.

Cuarenta años tardó la OEA para, en la Asamblea General realizada en la ciudad hondureña de San Pedro Sula, dejar sin efecto la vergonzosa expulsión de Cuba que nunca pidió, ni quiere regresara esa organización.

“Quiero repetir lo que dije en el balneario brasileño, de Salvador de Bahía, parafraseando a Martí: antes de que Cuba se una a la OEA, primero se unirá el mar del norte al mar de sur, y nacerá una serpiente de un huevo de águila”, subrayó Raúl en junio último, en La Habana, en la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe.

Y no es un mero antojo cubano mantenerse lejos de una organización que ha estado más cerca de los cowboys que de los indios y que nos hará siempre recordar aquel estribillo guarachero y simpático de Carlos Puebla y sus Tradicionales: “como no me voy a reir de la OEA, si es una cosa tan fea”.

(Tomado de Radio Reloj)

 



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