Las otras víctimas del muro estadounidense

Editado por Maria Calvo
2017-04-11 10:57:01

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por Guilermo Alvarado

Múltiples son los daños que causará en México el muro que ya se erige en la frontera con Estados Unidos, y que el presidente Donald Trump pretende extender en los más de 3 000 kilómetros de la línea de demarcación, pero las víctimas de estas políticas migratorias se cuentan también en muchos países caribeños y latinoamericanos.

Ya el jefe de la Casa Blanca firmó la orden ejecutiva para levantar la muralla de 4 metros y complejos sistemas de detección, si bien aún faltan aspectos logísticos, financieros y legales que resolver antes de que se inicie la disparatada edificación.

Se sabe ya, sin embargo, que no sólo serán los ciudadanos de México quienes sufrirán las consecuencias de este obstáculo, que también busca impedir el ingreso a Estados Unidos de personas de otras nacionalidades.

De acuerdo con datos oficiales de la Organización Internacional para las Migraciones, una agencia de la ONU, cada año cruzan el territorio mexicano 450 000 latinoamericanos y caribeños, en su mayoría centroamericanos, que tratan de arribar a la frontera norte y, una vez allí, buscar los vericuetos para cruzar al otro lado.

Se trata de uno de los corredores migratorios más activos del planeta, y también uno de los más peligrosos, junto con el mar Mediterráneo, donde son habituales tragedias de gran magnitud que cobran vidas de miles de africanos en su afán por escapar del hambre, las enfermedades, la miseria y la violencia de enfrentamientos armados, muchos de ellos impuestos por intereses foráneos.

En México los migrantes suelen ser víctimas de asaltos, secuestros y extorsiones de organizaciones criminales e incluso de funcionarios venales y corruptos.

Aquellos que consiguen alcanzar su propósito, chocan desde 1994 con los muros y obstáculos que cubren ya 1 050 kilómetros y los obligan a buscar pasos cada vez más peligrosos.

Uno de ellos es el desierto de Sonora, donde durante el día puede haber 50 grados centígrados de temperatura y por las noches descender hasta el punto de congelación. Desde que este muro se comenzó a levantar, hace más de dos décadas, se recogieron 6 500 cuerpos en ese lugar y otros 1 500 fueron enterrados sin identificar. Nadie sabe cuántos son los cadáveres que nunca fueron recuperados.

Sellar el muro, completarlo, como propone el presidente Trump no va a desalentar las corrientes migratorias y tampoco va a detener el trasiego de drogas desde el sur hasta el norte, que es otro de los pretextos para levantarlo.

La historia ha demostrado que no existen barreras impenetrables, lo único que aumentan son las dificultades y los costos para cruzarlas y eso es lo que va a pasar con esta que se está planificando.

El camino correcto es la cooperación y el diálogo internacional, es resolver en el lugar exacto las causas de las oleadas migratorias, es borrar las razones que inducen a personas usualmente honestas a comprometerse en el negocio sucio de la droga.

Es, en suma, un asunto de sentido común, no de fuerza ni de prepotencia, y ojalá que alguno de los asesores de Trump tenga ese sentido, que no es tan común como parece.



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