Por: Guillermo Alvarado
Numerosas versiones, algunas más disparatadas que otras, han circulado por todo el mundo acerca de los presuntos ataques sónicos que, según Estados Unidos, habrían sufrido en Cuba diplomáticos suyos, que de pronto presentaron supuestos síntomas como pérdida de la audición, mareos, problemas cognitivos y otros.
El único hecho concreto derivado de estas versiones es que el presidente de la nación norteña, el imprevisible señor Donald Trump, redujo al mínimo su personal en la embajada de La Habana, lo que conllevó a suspender la emisión de visas a los interesados en viajar por diversas razones, y después ordenó expulsar a 15 funcionarios cubanos de Washington.
Fuera de estas acciones que son un claro y lamentable retroceso en el proceso de normalización de las relaciones entre los dos países iniciado hace tres años, todo lo demás está en el campo de la ficción.
La Casa Blanca insiste en acusar a Cuba de los presuntos ataques, pero nunca hasta ahora ha presentado a uno solo de los supuestos afectados, nadie los conoce, se ignora su paradero, los estudios que se les han realizado, o a los especialistas que hicieron los análisis, la metodología empleada y los resultados obtenidos.
Es una situación que trae a la memoria el título de aquella comedia del genial escritor francés Jean-Baptiste Poquelin, mejor conocido como Molière, “El enfermo imaginario”, sólo que aquí se trata de 24 pacientes que parecen habitar sólo en la mente de algunos funcionarios estadounidenses.
Para aumentar la especulación, alguien le “filtró” a la agencia de noticias Asociated Press, la AP, una grabación de lo que habría deteriorado los sensibles tímpanos de estos diplomáticos, que semeja algo así como el sonido de un grillo, pero en alta frecuencia. No se dice una palabra de cómo se grabó, ni donde o de qué manera.
Estados Unidos tampoco ha permitido ninguna colaboración entre esos supuestos especialistas norteamericanos que investigan el caso, con los cubanos que desde hace meses están en el asunto y que no han encontrado rastros.
De acuerdo con el teniente coronel José Alazo, experto en investigaciones criminales del Ministerio cubano del Interior, una especie de arma sónica capaz de provocar tales problemas sólo existe, desde el punto de vista técnico, en la ciencia ficción.
Alrededor de dos mil especialistas, entre investigadores y científicos han estado involucrados en un profundo análisis, han pesquisado numerosos lugares, entrevistaron a cientos de personas sin hallar prueba alguna.
Hasta ahora las acusaciones del presidente Trump contra Cuba son una calumnia, o un pretexto para quedar bien con sus amigos de la mafia cubano-americana y enfriar las relaciones y justificar el recrudecimiento del bloqueo.
Puede ser que alguien en Washington se tomara demasiado en serio aquella exitosa canción de los años 60 del siglo pasado del duo Simon & Garfunkel “El sonido del silencio”, que en uno de sus párrafos dice: “porque una visión, arrastrándose suavemente, depositó sus semillas mientras yo estaba durmiendo, y la visión que fue plantada en mi cerebro, todavía permanece”. Como música está bien y es hermosa, pero nada más. FIN
