La Tierra, ¿de vuelta al plioceno?

Editado por Maite González Martínez
2017-10-31 10:49:51

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Por: Guillermo Alvarado

La concentración en la atmósfera del planeta de dióxido de carbono, el CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero, llegó el año pasado a niveles no conocidos en los últimos tres o cinco millones de años, es decir durante el período del plioceno medio, cuando la temperatura era dos o tres grados centígrados superiores a la actual, de acuerdo con un informe científico presentado hace pocas horas.

La Organización Meteorológica Mundial advirtió que este contaminante rebasó la barrera simbólica de 400.00 partes por millón de moléculas de aire y se situó en 403,3, lo que implica un serio peligro para la humanidad.

En el plioceno ocurrió la fundición de los gigantescos glaciares de Groenlandia y la Antártida occidental, lo que provocó un incremento de entre 10 y 20 metros en el nivel del mar, antes de que la tierra finalizara el proceso de enfriamiento que llevó a las temperaturas conocidas por nuestra especie.

Dos son las causas principales del incremento de la concentración de este gas. La primera es el efecto del fenómeno conocido como El Niño, que tuvo un amplitud inusual en 2016 e impidió que las tierras y los bosques de la franja ecuatorial absorbieran una cantidad mayor de CO2.

La otra, que es la más grave, es la acción del ser humano. A pesar de los tratados internacionales y los compromisos asumidos por países industrializados de frenar la emisión de contaminantes a la atmósfera, lo cierto es que estas continúan el en orden de las 50 mil millones de toneladas por año, algo inconcebible.

En este problema tiene mucho que ver el retroceso constante y acelerado de la superficie boscosa en el planeta, una parte debido a los gigantescos incendios forestales –algunos de los cuales, no olvidemos, son intencionales- y la otra por la extensión de las áreas de producción agrícola, el crecimiento de la urbanización y la explotación minera, en particular la que se realiza a cielo abierto.

Durante 2016 la pérdida global de cobertura arbórea sobre la tierra fue de 29,7 millones de hectáreas, que significa un incremento de 51 por ciento respecto al año anterior. Un nuevo récord negativo a cuenta de nuestra especie.

Un problema adicional es que la elevada concentración del dióxido de carbono tiene severos efectos a largo plazo. Al disminuir la superficie boscosa, lo hace también la capacidad de absorción del gas y si bien el mar se encarga de una buena parte de la tarea, cuando esta sobrepasa su capacidad las aguas se vuelven más ácidas. El resto del C02, cerca de la mitad, permanecerá en la atmósfera durante cientos de años porque allí la absorción es más lenta debido a los complejos procesos químicos que son necesarios y, mientras tanto, la temperatura promedio aumenta inexorablemente.

En estas condiciones será casi imposible cumplir los objetivos del Acuerdo de París sobre cambio climático, sobre todo el de evitar que el calentamiento global suba por encima de dos grados centígrados respecto a la era preindustrial.

A pesar de todas estas advertencias, continúa el uso desaforado de combustibles fósiles y la emisión directa de gases de efecto invernadero, sin darnos cuenta, o a pesar de ello, de que estamos convirtiendo nuestro planeta en un lugar inhóspito, incompatible con la vida a un mediano, muy mediano plazo. FIN



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