Por: Guillermo Alvarado
La edición en español del diario The New York Times acaba de publicar un repugnante artículo donde sugiere que la Revolución Bolivariana de Venezuela utiliza los servicios médicos cubanos para ejercer control sobre el pueblo, garantizar el voto a su favor por medio del manejo de los medicamentos y mantener otras formas de presión social.
El libelo en cuestión lleva la firma de Nicholas Casey, auto presentado como corresponsal en Caracas de NYT, aunque tiene prohibido el ejercicio del periodismo en Venezuela, debido a una serie de artículos donde tergiversaba groseramente la realidad económica y social del país.
No obstante se las arregló para escribir el trabajo en cuestión, con la ayuda desde Perú de su colega Andrea Zárate, con quien comparte muchos puntos de vista, entre ellos un visceral odio al chavismo y la Revolución y su admiración por Juan Guaidó, el autoproclamado presidente temporal de Venezuela.
Como suele practicar el periodismo de bajos vuelos, o andar rastrero, anuncian declaraciones de 16 colaboradores médicos cubanos que desertaron de su misión, aunque sólo identifican a dos de ellos, uno que vive actualmente en Ecuador y el otro en Chile. Los demás quedan bajo la sombra del desconocimiento o la inexistencia.
Las mentiras puestas en boca de estos dos desertores chocan contra el más elemental sentido común y la experiencia universal de quienes han recibido en diversos continentes los servicios médicos de los profesionales cubanos, que están formados en los más elevados sentimientos humanos y de solidaridad.
Yo he sido testigo de su trabajo en intrincadas comunidades rurales de Guatemala y he visto las lágrimas de gratitud de quienes recobraron la salud, la visión o la esperanza, en muchos casos las tres cosas a la vez, sin haber recibido jamás el menor condicionamiento a cambio de este milagro.
Eso se repite en Haití, el país más pobre del hemisferio, en El Salvador, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Perú, Brasil, Colombia y, por supuesto, en Venezuela, sin olvidar la extraordinaria hazaña que significó la lucha cara a cara contra el ébola en África Occidental, donde los médicos cubanos escribieron una página gloriosa en la historia de la medicina moderna.
Casey y su amiga Zárate tuvieron la flaca ocurrencia de poner a argumentar a su favor a un sujeto llamado José Miguel Vivanco, jefe para Las Américas del grupo estadounidense llamado Human Rigths Watch, quien afirmó que “El gobierno cubano quiere asegurarse de que el régimen venezolano sobreviva y está dispuesto a hacer todo a su alcance para apoyar a Maduro”.
¿Quién es este individuo? En su historial figuran contactos cercanos con la CIA y la mafia cubano américana de Miami, así como con círculos recalcitrantes antichavistas, y fue acusado de ser un activo colaborador de los servicios secretos chilenos durante la dictadura de Pinochet. ¿Quieren más? Entre sus amigos figuran el ex agente CÍA Frank Calzón, los contrarrevolucionarios cubanos Hubert Matos; Orlando Gutiérrez-Boronat; Angel Francisco de Fana; y Sixto Reynaldo Aquit, “El Chino”, fundador del grupo de apoyo al terrorista Luis Posada Carriles.
Dime con quién andas, y te diré quien eres. Con tanto olor a azufre en el artículo de marras, nadie con un átomo de inteligencia se creerá lo que dice.