por Guillermo Alvarado
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, lanzó recientemente una advertencia que no debe desestimarse ni dejar de lado, y es que en las actuales condiciones políticas y sociales unos 30 millones de latinoamericanos corren grave riesgo de caer de nuevo en la pobreza.
Nuestra región clasifica entre las más desiguales del mundo, donde los extremos entre quienes poco o nada tienen y los más favorecidos presentan una enorme brecha. No obstante, en los últimos años ocurrieron transformaciones que permitieron elevar el nivel de vida de importantes sectores de la población.
Sólo Brasil consiguió sacar de la condición de pobreza a más de 25 millones de seres humanos de acuerdo con el Banco Mundial, entidad para nada sospechosa de progresista y menos aún de socialista.
En otros países, como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, se aplicaron programas gubernamentales para atender y atenuar las necesidades de los grupos tradicionalmente olvidados y excluidos.
La oleada de la derecha en busca de la llamada “restauración conservadora”, o como otros le llaman, el “fin del ciclo progresista”, que no es más que el restablecimiento del neoliberalismo en toda nuestra región, pone en peligro esas conquistas y amenaza con provocar un retroceso
Si bien el informe del PNUD no aborda precisamente esta arista, todo el que sepa leer entre líneas puede constatar que se trata precisamente de ese fenómeno.
El retorno de la pobreza y la vulnerabilidad, dice el texto, se debe a causas que van más allá del crecimiernto económico y cita entre ellas a la ausencia o debilidad de las políticas públicas de protección social, la falta de cuidado a niños y ancianos, el escaso acceso a activos físicos o financieros, es decir una vivienda o ahorros seguros, y la baja calificación laboral.
Hay que señalar que contra estos males lucharon gobiernos como el de Cristina Fernández, en Argentina, y Dilma Rousseff, en Brasil, y por ello sufrieron el ataque de la derecha conservadora, como lo sufren los presidentes Nicolás Maduro, de Venezuela, Rafael Correa, en Ecuador, y Evo Morales, en Bolivia.
En este sentido, resaltan las palabras de Jessica Faieta, subsecretaria general de la ONU, cuando dijo que la pobreza no se resuelve con más ingresos, sino con la ejecución de políticas puntuales de cada gobierno.
Como para muestra basta con un botón, veamos lo que hace en Argentina Mauricio Macri: más ganancias corporativas, mejores ingresos para los empresarios, menos impuestos a los sectores estratégicos de la economía, en manos privadas, y, al mismo tiempo, reducción de programas de beneficio popular, el fin de los subsidios y el aumento de precios de servicios indispensables. El resultado de esta práctica no puede ser otro, que un número cada vez mayor de pobres, como ya se ve en ese país.
El PNUD hace una advertencia a tiempo, que debe ser estudiada y analizada a fondo ahora que se convoca a los pueblos a luchar en las calles por sus conquistas y sus beneficios. Al paso en que vamos, Latinoamérica volverá a ser una gran fábrica de pobres, así como de pequeños, pero poderosos grupos de millonarios