La cruel historia de ser eunuco

Editado por Pedro Manuel Otero
2017-02-07 12:56:25

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Por Francisco Javier Tostado Fernánez

En Yibuti, un pueblo del cuerno de África, cuando un hombre quería casarse con una mujer debía mostrar primero su valor para ser aceptado. Siguiendo la tradición debía hacerle un regalo: los genitales de otro hombre. Estos podían conseguirlos en una guerra o simplemente asaltando a un extranjero (cuidado con ir allí de turismo porque podríais regresar sin alguna parte de vuestro cuerpo). Todavía en nuestros tiempos quedan ancianas que guardan orgullosas su regalo pre-nupcial.

Un poco de historia…

Desplazándonos a otro continente y en otra época, concretamente en la China Imperial, podemos ver otra escena que guarda cierta relación con la que os acabo de contar. Durante las dinastías Ming y _Qing,  no era raro ver en una insalubre habitación del exterior de la Ciudad Prohibida, a una familia acompañando a uno de sus integrantes a una cita con el barbero-cirujano para que le fueran extirpados su pene y sus testículos. El barbero cobraría seis lingotes de plata por sus servicios: (…) se le ataban los pies y las manos, vendándosele los ojos y desnudándole. El barbero envolvía la base del pene y los testículos en una venda que ajustaba fuertemente para después retorcer hacia un lado. Después cogía un cuchillo curvo bien afilado y preguntaba al futuro eunuco si estaba seguro de lo que iba a hacer (si era menor de edad respondía la familia por él). Si la respuesta era afirmativa, realizaba un corte fuerte y veloz, cercenando los genitales y quedando solo visible el conducto urinario, que se le cortaba al ras del pubis para poder orinar, y el conducto espermático que se le replegaba e insertaba en la carne.

Los gritos de dolor eran indescriptibles además de la hemorragia que se producía al instante. El barbero aplicaba baños de sales y aceites, aplicando una pequeña cuña de metal, frecuentemente de estaño o plomo, en el orificio de la uretra. Pero lo peor no habíapasado, el nuevo eunuco debía caminar y no estarse quieto, sin consumir nada durante cuatro días. Si pasado ese tiempo podía orinar tras retirarse la cuña, la intervención habría sido un éxito y podía empezar a trabajar en su nuevo empleo: servir en la Corte del Emperador.

Podéis imaginaros que si no conseguía miccionar moriría en su atroz agonía poco tiempo después. Los testículos eran guardados por el cirujano hasta que fueran reclamados (previo pago de una cantidad de dinero) por su antiguo propietario ya que debía mostrarlos si quería ir ascendiendo en su nueva profesión, pero si el eunuco moría sin poder recuperarlos se le cosía un pene hecho de arcilla o porcelana para poder ir al cielo.

Estos dos ejemplos pueden parecernos extremos pero dan muestra de lo que se consideraba un nuevo género sociocultural, el eunuco, al que históricamente se le asignaba un trato diferenciado y que muchas veces desarrollaba un papel muy importante en la sociedad.

Esta castración podía ser parcial o total (testículos y pene) y su consecuencia biológica era la feminización del varón castrado. Encontramos su práctica desde el mismo momento que el ser humano se vuelve sedentario, durante el neolítico, en el creciente fértil, tras percatarse que la castración de los animales servía para reducir su agresividad. Era cuestión de tiempo que aplicaran esta drástica medida a los hombres violentos, extendiéndose esta costumbre a muchas culturas y civilizaciones.

En la Grecia antigua, según la leyenda, las temidas Amazonas mataban o mutilaban a los hombres cuando no los necesitaban para procrearse. Pero también encontramos su práctica en el Imperio persa, árabe, turco, babilónico y chino, recibiendo los nombres de kurgarru (sumerios), assinnu (acadios), ishtaritu (babilónicos) y galli (romanos).

En la Biblia encontramos casi cincuenta menciones a los eunucos, e incluso conocemos el nombre de algunos eunucos famosos como Potinono (decapitó a Pompeyo), Zheng He (navegante y explorador del siglo XV), Bagoas (que cautivó al gran Alejandro Magno), Artoxares (cortesano de Artajerjes I y Darío II), entre otros.

Los eunucos eran muy codiciados como guardianes de las mujeres para asegurar su fidelidad en las largas ausencias de sus maridos y pronto se convirtió en un negocio rentable para muchos al pagarse por un eunuco bien operado el precio de veinte esclavos. Tampoco tenía el mismo valor el eunuco castrado totalmente que el que conservaba su pene, así como al que además, le cortaban la lengua. Los que sobrevivían de la mutilación completa tenía que retirarse la barrita de metal de la uretra cada vez que necesitaban orinar, así que los que podían enseñar dicha barrita eran también mejor valorados.

La castración por motivos musicales y religiosos

A finales del medioevo las corales polifónicas requerían de voces femeninas en una época que la mujer tenía prohibido cantar en un coro eclesiástico. Es así como la Iglesia popularizó la castración de los niños para conservar su “angelical” voz aunque su práctica ya se encuentra en tiempos de Bizancio y no será hasta el año 1870 cuando esta práctica queda prohibida legalmente.

Muchos piensan que los primeros Castrati procedían de Italia, sin embargo hay referencias de ellos en el siglo XII en Huesca (España), siendo muy famosos Senesino  (del que Haendel recurrió en 17 de sus óperas) y Farinelli en la corte de Felipe V de España.

Más restringida era la práctica de la castración por motivos religiosos, quizás solo en los pueblos eslavos, encontrando muestra de ello en el patriarca Orígenes, que se automutiló para evitar tentaciones y concentrarse más en Dios, y algunos -pocos- ermitaños.

Pero el ejemplo más sorprendente lo encontramos a finales del siglo XVIII, en la secta ortodoxa rusa de los skoptsy, en la que la castración se convirtió en un sacramento practicándose de la manera más salvaje que podamos imaginarnos: quemando los testículos con un hierro al rojo y extendiendo esta práctica a las mujeres, cortándoles los senos. Algunos grupos de skoptsy sobrevivieron hasta hace pocos decenios.

En la actualidad

… no debemos pensar que es una cosa del pasado. En diciembre del 1996 falleció el considerado como último eunuco de China, Sun Yaoting, y seis años después, la BBC denunciaba que en Níger todavía se emasculaba a los esclavos en algunas zonas rurales. Desde hace un par de años que algunas ONG denunciaban su práctica a los albinos de algunos países del África para ser utilizados en pócimas de brujería, y en la India, se calcula que cerca de medio millón de hombres, los hijras, se castran voluntariamente.

Publicado originalmente en: www.franciscojaviertostado.com

Francisco Javier Tostado Fernánez : Médico y escritor de novela histórica. Acaba de publicar su tercer libro CÓMO ENFERMAR Y NO MORIR EN EL INTENTO



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