Madres como Joaquina hacen perdurar ideas

Editado por Martha Ríos
2017-05-12 15:03:51

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Familia Santamaría Cuadrado. Foto tomada de la ACN

Por Marta Hernández Casas

En el batey del antiguo central Constancia, ubicado en una de las zonas rurales del municipio de Encrucijada, en la provincia cubana de Villa Clara, está la casa número 17. En esa modesta y sencilla vivienda residió gran parte de su vida Joaquina Cuadrado.

Esta matriarca generó una estirpe de cinco hijos: Haydée, Aida, Aldo, Abel y Ada Santamaría Cuadrado, quienes jugaron, de diversas maneras, papeles importantes en el desempeño revolucionario de Cuba, en el pasado siglo XX.

La vivienda de madera es similar a las demás del barrio y está ubicada frente por frente al ingenio que hoy lleva el nombre de su hijo Abel.

Compuesta por una sala, saleta, tres cuartos, comedor, cocina y baño, y un portal techado, siempre fue un lugar hasta donde llegaban  vecinos y amigos para disfrutar de una buena conversación o solicitar ayuda.

Con la mayoría de edad de los hijos y el progreso de sus ideas revolucionarias, el hogar devino sitio de encuentro de quienes hablaban sobre José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, y la necesidad de un cambio en el país.

Los vecinos recuerdan a Joaquina como una mujer sencilla pero muy fuerte. Cuando Benigno, su esposo, falleció,  ella prefirió quedarse en la casa y nunca accedió a las propuestas de los hijos de irse a La Habana.
 
Leonor González, ahijada de Haydée Santamaría, fue una de las personas que más tiempo convivió con la excepcional señora.

Recuerda que el día que se conoció que habían matado a Abel, el llanto de Joaquina era incontrolable.

Con los años, cada vez que se recordaba el hecho, la tristeza invadía el recinto y un silencio intenso, y cargado de emoción, tocaba a los presentes, comenta Leonor.
 
Joaquina era una persona muy humana y alegre, que participaba en los trabajos voluntarios, bien en la agricultura, el central o sencillamente en el barrio, además cocía muy bien y le gustaba tener el jardín lleno de flores y bien arreglado, agrega.

Rememora que estaba muy orgullosa de que el antiguo central Constancia llevara el nombre de Abel Santamaría, y siempre estuvo pendiente de la producción.

Leonor recuerda con sentimiento cómo sus ojos vivaces atisbaban desde horas tempranas de la mañana la torre del ingenio para ver cómo marchaba la molida.
 
Relata que pasaba largos ratos en el portal, viendo entrar y salir a los obreros de la fábrica, donde dio los primeros pasos laborales quien posteriormente fuera el segundo jefe del asalto al cuartel Moncada.

A Joaquina le gustaba conversar con los niños y jóvenes sobre la necesidad de trabajar mucho y bien, para continuar la obra de quienes ya no están y dieron hasta su vida por ver la Cuba que hoy disfrutamos, afirma Leonor.

Todo el mundo la respetaba y admiraba porque había dado vida a una familia que asumió la Revolución con una pasión sin límites, asegura.

Una de las cosas que más admiraban en Joaquina era la dulzura, bondad y alegría que siempre tuvo  esa mujer que vio morir a varios de sus hijos, significa.

Recuerda como le gustaba conversar sobre las labores revolucionarias de su prole, y reconocía que sus cinco hijos habían sembrado sus corazones en la Revolución Cubana.

Han pasado muchos años, quienes la conocieron ya peinan canas y algunos no están, pero la imagen de Joaquina, madre de hombres y mujeres de intachable valor, perdura en el pueblo.
 
Joaquina falleció en 1977, y cada año es recordada y homenajeada, porque madres como ella fundan pueblos, y hacen perdurar ideas, son las matriarcas de estos tiempos, émulas de sus iguales de la antigüedad, quienes con su descendencia coadyuvan a dispersar las ideas más acertadas y novedosas de su tiempo.

(Tomado de la ACN)



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