De institución colonial a crisol de la Revolución

بقلم: María Candela
2017-01-05 21:24:20

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Por: ACN

El nuevo año de 1728 traería un hecho trascendental para la historia de la colonia española de Cuba, y su influencia sería determinante en la futura república independiente, cuando el cinco de enero los Frailes Dominicos fundaron la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana.

Ese día, en los alrededores del convento de San Juan de Letrán, sede la nueva institución, había un inusitado ambiente festivo entre los esclavos y menesterosos que deambulaban ajenos por completo a la razón de aquella congregación de frailes con sotanas carmelitas, quienes limpiaban la entrada al convento y preparaban la ceremonia.

Era la jornada previa al día de los Reyes Magos -el seis de enero- y una costumbre se abría paso entre los poderosos de la Villa de San Cristóbal, quienes concedieron como regalo de navidad a los esclavos negros esa fecha para que, libres de trabajo, festejaran por toda la ciudad durante el día.

Después de los lentos permisos coloniales y hasta del consentimiento del Papa de la época, el Rey de España autorizó que se fundara la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana con la asistencia de los máximos representantes del poder colonial y eclesiástico en la Isla, y fray Tomás Linares del Castillo como primer rector.

El centro de enseñanza tenía los mismos privilegios de otras instituciones similares, como la establecida en La Española, y contaba con las cátedras de Cánones, Leyes, Medicina, Matemáticas, Gramática, Teología y Filosofía.

En los siguientes 100 años el proceso de enseñanza fue pasando de la escolástica religiosa hacia las ideas más liberales en correspondencia con el propio desarrollo del pensamiento y la nacionalidad cubana, que se reveló también en los vetustos salones del inmueble.

Ya durante 1850 cambió el nombre por Real y Literaria Universidad de La Habana y pasaron por sus aulas figuras como Antonio Bachiller y Morales, Felipe Poey, Francisco de Arango y Parreño y en la etapa previa a nuestras guerras de independencia fueron sus alumnos Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, por solo mencionar las figuras más altas del ideal independentista.

No obstante, parecería que con la intervención norteamericana y con el advenimiento de la seudorrepública en 1902 el imperialismo había tenido éxitos en su labor de convertir el sistema educacional de la Isla y su enseñanza superior en vehículos de reproducir las ideas anexionistas en la conciencia de los cubanos, pero esa institución universitaria demostraría los fracasos de esos planes de forma rotunda.

A inicios de la década de 1920 de sus aulas salió el movimiento radical y revolucionario que negó el sistema neocolonial e inició el despertar de la conciencia nacional, liderados por figuras como Julio A. Mella, Rubén Martínez Villena, Rafael Trejo y Raúl Roa, generación que encabezó la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y que reforzó a la Universidad como baluarte de las causas progresistas y revolucionarias en los años posteriores de lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Nuevamente el movimiento estudiantil estuvo a la cabeza del panorama revolucionario aportando mártires como José Antonio Echeverría, Rubén Batista y decenas de otros que ofrendaron sus vidas en la lucha contra la tiranía en las calles o en la sierra durante la Guerra de Liberación.

En esa Universidad Fidel Castro inició en 1945 su trayectoria revolucionaria, y allí se formó como dirigente extraordinario e inició su tránsito hacia la inmortalidad como líder invicto de la Revolución cubana.

Nada podía presagiar en el remoto cinco de enero de 1728, que esa primera institución universitaria fundada bajo los auspicios coloniales, derivaría al pasar de los siglos en crisol de las ideas revolucionarias.



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