Naturaleza y aborígenes en el río cubano Canímar

بقلم: Maria Calvo
2017-04-05 14:05:03

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por Wilfredo Alayón

La Habana, 5 abril-  La ciudad de Matanzas, ostenta entre sus sobrenombres, el de la Ciudad de los Ríos, por las tres corrientes fluviales que atraviesan su geografía urbana, que el venidero 12 de octubre cumplirá 324 años de fundada.

Son el Yumurí, el San Juan y el Canímar, cada uno con sus características propias para beneplácito visual de moradores y visitantes de la villa, situada a 100 kilómetros al este de La Habana.

El desarrollo constructivo en las últimas 5 décadas tanto de casas, edificios, entidades docentes como la Universidad y la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, entre otros, permitió que la última de ellas quedara integrada dentro de la urbanización.

El río Canímar, con más de 12 kilómetros navegables, de sus 19 en total, es el mayor y más caudaloso de los que desembocan en la bahía de Matanzas, y a lo largo de esta cinta se ofrece el atractivo de un valle de origen fluvial.

Nace en la región conocida como Santa Ana, recibe aguas de numerosos afluentes los cuales proceden de las localidades de Juan Gualberto Gómez, Cidra, Caoba, Limones y Santa Ana.

Entre los más importantes, según estudiosos en esta materia, se encuentran el Yaité o Yaití, conocido como Limones Grandes; el de La Palma, el de Cidra y el de Guamacaro también nombrado Moreto o Morato.

Su orientación es hacia el norte y la desembocadura se ubica en la banda oriental de la rada yumurina, con un ancho máximo de 100 metros y seis de profundidad, y está dividido en Canímar Arriba y Canímar Abajo.

Navegar por él es tener de compañeras a gran cantidad de aves de una amplia diversidad, combinadas especies residentes de forma permanente en la región, con otras que en invierno o verano emigran en busca de climas favorables.

Las laderas del cañón alcanzan pendientes casi verticales de hasta 90 metros de altura, y la vegetación en el perímetro costero está representada por matorrales denominados xeromorfos que encubren rocas milenarias.

El territorio cuenta con una espléndida naturaleza, y para poner coto a operaciones ilegales, sobre todo de contrabando, las autoridades coloniales españolas construyeron en 1720 el fortín El Morrillo, al oeste de la desembocadura, edificación que actualmente alberga un museo.

No menos interesante es el hecho de que en el entorno es posible encontrar cerca de 90 especies de aves, entre ellas el Tocororo, ave nacional de Cuba; 23 de reptiles y 18 de mamíferos terrestres incluido el murciélago más pequeño del mundo.

CANIMAR, LEYENDAS Y ABORIGENES

Canímar fue asiento de aborígenes cubanos desde antes de nuestra era hasta el siglo XVI, y una antigua leyenda refiere los amores de una bella india y el cacique Canimao.

La zona está considerada por especialistas como una de las más ricas desde el punto de vista arqueológico de Matanzas, provincia poblada hace milenios por comunidades nativas en distintos niveles de desarrollo. En Canímar, destacan textos históricos, se reportan 31 asentamientos aborígenes y existen amplias evidencias que corresponden a comunidades del tipo mesolítico.

Dos sitios funerarios destacan: Canímar Abajo y Cristales; así como dos talleres líticos: Playita y Canímar I, y algunas cuevas con pictografías como la nombrada Centella.

El río proveyó agua potable, mientras el mar aportó numerosos recursos naturales como fuentes de alimento y materia prima, de ahí la casi invariable cercanía de estos sitios arqueológicos en esa comarca.

Apuntes de expertos precisan que los nativos se alimentaron con la carne de los moluscos marinos en las zonas de dominio costero, y con especies propias del área supralitoral, en tanto los moluscos terrestres también formaron parte de la dieta.

En 1964 fue descubierto en Canímar el sitio agroalfarero considerado por mucho tiempo el más occidental de la isla, donde se localizó una cerámica medianamente terminada con asas que copiaban formas de animales.

Otro de los elementos típicos de estos grupos, acotan textos espeleológicos, fue el burén, especie de bandeja de barro que servía para la cocción del casabe, una especie de pan a base de yuca; algunos con la impresión o molde de tejidos de cestería, probablemente esteras.

En 1978, por su lado, el grupo espeleológico Carlos de la Torre exhumó un entierro humano en posición atípica, y desde esa fecha en la comarca del Morrillo se han encontrado más de 100 esqueletos de indígenas.

Como destacan especialistas las personas interesadas o simplemente de tránsito pueden hallar y disfrutar en el río Canímar, la naturaleza y la historia.

(PL)



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