Necrópolis de Colón: continente de monumentos y leyendas

بقلم: Maria Calvo
2017-08-10 12:27:53

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foto: María Calvo

por Martha Sánchez

La Necrópolis de Cristóbal Colón -erigida en La Habana, en la segunda mitad del siglo XIX- ocupa un lugar cimero en Latinoamérica por sus valores arquitectónicos, escultóricos e históricos.

Cientos de leyendas convergen en el sitial, algunas se mezclan de manera insospechada mediante estilos como el romántico-bizantino, el griego, el renacentista, el gótico, el art-decó, el ecléctico y el modernismo, razón por la cual al emplazamiento se le considera un museo a cielo abierto.

La gran ciudad funeraria abarca una extensión de 56 hectáreas, equivalente a 560 mil metros cuadrados, y sus 222 cuadros albergan 53 mil 360 propiedades.

Hasta el momento, ningún otro camposanto en el continente supera la riqueza de sus esculturas y formas arquitectónicas, debido a lo cual obtuvo la categoría de Monumento Nacional en 1987.

Inicialmente, el arquitecto español Calixto de Loira dividió el emplazamiento en cuatro cuarteles, según los puntos cardinales, y dentro de él diseñó cinco cruces, en alegoría al número de heridas que recibió Cristo cuando lo crucificaron.

El centro geométrico lo marca la Capilla Central, exclusiva iglesia de planta octagonal en Latinoamérica y una de las pocas del mundo. Sus ventanales están cubiertos por cristales pintados al fuego, provenientes de Alemania y Polonia.

Dentro de Colón, encontramos la única ficha de dominó vinculada a un monumento fúnebre; una versión moderna de La Piedad de Miguel Ángel, esculpida por el Premio Nacional de Artes Plásticas 1995, Rita Longa; y una capilla en forma de pirámide, 60 veces más pequeña que la del faraón Kefrén en Egipto. La única tumba sin nombre, por voluntad del fallecido, es la del eminente General de las guerras de independencia de Cuba, Máximo Gómez, quien solicitó que se le identificase solo con un retrato esculpido a relieve.

Varios sepulcros exhiben símbolos de la masonería como la escuadra y el compás con la letra G en el medio, la flor de Lis o lirio de luz, la plomada, el mallete, el ojo masónico, las dos columnas, la estrella flamígera, el altar masónico, una columna rota, entre otros.

Mientras el único nicho de granito rojo sueco de cantera en todo el sitial alberga los restos del Cardenal Manuel Arteaga, el primer cubano en alcanzar tan alta distinción dentro de la Iglesia Católica y uno de los primeros en América Latina.

En la zona central del cementerio, destacan dos mausoleos con aspecto de fortalezas medievales. Uno de ellos, -el de Don Nicolás Rivero y Muñiz, Conde de Rivero-, muestra en la parte superior de la tumba una escultura en bronce de un guerrero con yelmo y escudo, regia representación del noble en el Medioevo.

Cerca de la puerta oeste de la necrópolis, nunca pasa desapercibido un monumento funerario que rinde tributo a la relación de cariño entre una perra y la norteamericana Jeanette Ryder, una mujer que impulsó leyes en contra del maltrato animal en Cuba y realizó actos en favor de los niños desposeídos.

Según testigos, al momento del entierro, su perra Rinti siguió al cortejo funerario y apostada sobre la tumba de la señora rechazó la comida y el agua ofrecida por los cuidadores del cementerio.

El animal murió a los pocos días y su pasión le valió ser enterrado allí mismo, a los pies de la dueña. Además, distinguieron la lápida con una escultura de Rinti y la inscripción de 'Fiel hasta después de muerta'.

A menudo, los historiadores describen el conjunto con una aseveración: 'la tumba de la fidelidad'.

La capilla más grande del cementerio la mandó a construir Juan Pedro Baró para su amada Catalina de Lasa y semeja un bunker, a fin de proteger una de las relaciones más criticadas en La Habana, pues ambos se enamoraron cuando estaban casados con otras personas.

El reconocimiento público del romance, en la primera mitad del siglo XX, les costó ofensas y demandas, pero la defensa de este amor llevaría al Congreso a aprobar la ley del divorcio en Cuba, después de una larga polémica.

La tumba más visitada es la de Amelia Goire de la Hoz, conocida como 'La Milagrosa', de ella se dice que fue sepultada con varios meses de gestación y al abrir el sepulcro tiempo después, para enterrar al suegro de la finada, a esta se le encontró abrazada a su hija.

El sitio devino lugar de peregrinación bajo la creencia popular de que concede milagros.

Por extraño que parezca, la necrópolis de Colón tiene catacumbas (galería o cámara subterránea) edificadas para sepultar más de 500 cuerpos, pero en la actualidad se emplean para resguardar más de cinco mil osarios.

Al emplazamiento se le denomina Galería de Tobías y fue la primera construcción funeraria erigida tras la puesta de la primera piedra en la puerta principal del cementerio (la norte), cuyo diseño se inspira en el estilo románico-bizantino.

A diferencia de muchos en el mundo, el cementerio se mantiene activo desde su apertura en 1871 porque no afronta dificultades con el manto freático, y el espacio se recupera mediante un proceso de exhumación de los cuerpos a los dos años y cuatro meses del sepelio.

Por disposición del actual gobierno de Cuba, vigente desde 1959, los entierros en el país no se cobran.

Historias de amor, sacrificio, espiritualidad, ética, veneración, se entretejen al aire libre en Colón, fuente de leyendas y mitos, asiento de tradiciones y secretos aún por develar, eterno lugar de reencuentro.

(PL)



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