Por Tania Rendón Portelles
Justo en el corazón del centro histórico de la ciudad de Sancti Spíritus se erige el templo católico más antiguo de Cuba, que data del siglo XVII, el cual atesora interesantes historias, y entre ellas sobresale una sobre un insólito enterramiento que la curiosidad sacó un día a la luz, a pesar de que ha sido poco difundida.
Y es que en la puerta principal de la Iglesia Parroquial Mayor, declarada Monumento Nacional en 1978, se encuentra la llamada Puerta del Perdón, donde- según se afirma- fue inhumada por propia voluntad Doña Rosa del Castillo y Barroso.
Alegan que contrajo matrimonio cuando apenas tenía 13 años y poseía una fascinante belleza, pero también se mostró vanidosa ante la pobreza de los demás.
Doña Rosa, quien tuvo una vida muy breve, hizo constar en su testamento que deseaba ser enterrada bajo la Puerta del Perdón en el también llamado Templo del Espíritu Santo, para que los feligreses que entraran o salieran pisaran el sitio donde se depositaría su cadáver.
Datos consultados en el Archivo Histórico Provincial indican que al parecer la joven, al sentir la llegada de la muerte, temió haber pecado de orgullosa, dada la riqueza en que se desenvolvió su corta vida, y contempló esa petición en su testamento como muestra de humildad.
Según se conoce, Doña Rosa murió el 18 de mayo de 1775, por lo cual al momento de fallecer aún no había cumplido los 23 años, y cierta es esa cláusula en su testamento; de ahí que cuando se restauró el templo en 1988, esta original tumba resultó objeto de investigación procediéndose a buscar la mencionada puerta, hallándose un osario, con fragmentos óseos.
Algunos textos aseguran que el enterramiento de Doña Rosa en la Puerta del Perdón NO es más que una leyenda; sin embargo, otros documentos avalan su corta existencia terrenal y el cumplimiento de su última disposición.
Si el enterramiento en ese sitio fue una realidad o una ficción, la historia espirituana despierta curiosidad e interés por seguir hurgando en los vericuetos de una leyenda quizás inconclusa, sobre todo al hallarse aquellos restos humanos.
Tal vez, los visitantes que conozcan el mito y lleguen a este edificio –que tiene el privilegio de contar con un arco que separa la nave del presbiterio considerado único de su tipo en la Isla– piensen en Doña Rosa arrepentida y en su voluntad de que algún día Dios la perdonara por lo ingrata que había sido en su efímera vida.
(Tomado de la ACN)