Hay cada nombres, qué pa ́qué…

بقلم: Jessica Arroyo Malvarez
2018-01-29 10:53:04

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Por Rodolfo Romero

Meses atrás debí escribir un artículo sobres la costumbre que tenemos en Cuba —quizás también en otras partes del mundo—, de ponernos creativos a la hora de dar nombres propios. ¿Mileidy o Maivi? ¿Ernesto o Camilo? También pueden ser opciones Yosmara, Yosbel, Leidan, Franmar, Julimar, Legna… Una vez, durante el Tercer Congreso Pioneril, conocí a un señor que se llamaba Centurión Custodio.

Lo cierto es que en Cuba los nombres tradicionales nos vienen de herencia española mayoritariamente. Son hartamente conocidos los Antonio, María, Esperanza, Carmen, Manuel o Pedro; sin embargo, han sido desplazados, por considerarse pasados de moda o relativos a personas de la tercera edad.

En el siglo XX distintos sucesos históricos marcaron al país. La Revolución Cubana, que impulsó innumerables cambios sociales, también impactó en la manera de nombrar. Por eso después de 1959 aumentaron los Fideles, Raules, Ernestos y Camilos; nombres que respondían a sentimientos de admiración y respeto. Algunos preferían los seudónimos de guerra de estas figuras históricas —Alejandro, Deborah, Daniel— y otros en cambio su combinación: Raúl Ernesto o Celia Haydée.

Determinados por las relaciones políticas y socioeconómicas con la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), fueron muy populares Alexei, Yuri, Boris, Tatiana, Katia, Katiuska o Karina. El nivel de admiración a la obra socialista rusa y la plena identificación con el marxismo, son causas probables de que en la actualidad una de las profesoras de la Universidad de La Habana se llame Marxlenin.

El gusto de ambos padres y la moda juegan un papel importante; así se explica el boom de Claudias y Lauras durante los años noventa del siglo XX. Pero existen otros fenómenos que guardan relación con la elección de nombres propios. Tal es el caso de los préstamos lingüísticos, muchos de ellos del inglés: Leydi por lady (dama), Mileidy por my lady (mi dama), Maivi por maybe (tal vez), Olnavy por Old Navy (marca de confecciones), Usnavi por U.S. Navy (marina de los Estados Unidos) y Danyer por danger (peligro).

La literatura ha influido, y la historia universal también. Conozco dos hermanas, Ana Paula y Eva Luna, por los libros de Isabel Allende que leyó su mamá. Un amigo muy querido estuvo a punto de llamarse Rabindranath, por culpa de la afición de su padre por Tagore. En más de una ocasión he compartido cervezas con Atila. ¿Y la música? Shakira de la Caridad es real, la conozco.

A las telenovelas de turno les debemos más que un nombre. Las brasileñas como «La esclava Isaura», «Mujeres de Arena», «Señora del destino», «La Favorita» o «Avenida Brasil» han propiciado el crecimiento de Isaura, Malú, Ruth, Raquel, Lindalba, Lara o Salet.

Frente a costumbres tradicionales como la de poner al hijo el nombre del padre —mi abuelo, mi padre y yo somos Rodolfo Romero—, surgieron otras muy creativas como la combinación de tres pronombres personales del español para crear Yotuel (yo, tú, él) —nombre que lleva uno de los integrantes de la agrupación Los Orishas— o la unión del término «sí», o mejor, de su pronunciación en varios idiomas: Dayesí (da, en ruso; yes, en inglés; sí, en español).

Pululan también los nombres con «Y» que han marcado a toda una generación: Yanisey, Yumilsis, Yumara, Yosbel, Yadel, Yulieski, Yolaide, Yamisel, Yoerkis, Yuset, Yohendry, Yander, Yunier o Yorliet.

En cambio, hay tradiciones que no pasan de moda, como aquellos que son fruto de combinación de nombres como Sariman (Sara y Manuel), Reycel (de Rey y Celia), Leidan (Leida y Daniel), Franmar (Francisco y Marina) y Julimar (Julio y María). Tampoco faltan quienes, en afán de ser más originales, han puesto a sus hijos el nombre al revés de uno de los progenitores: Legna (Ángel), Anele (Elena), Sixela (Alexis) o Anaeli (Ileana).

Otros nombres sui géneris pertenecen a la familia Alfonso, compuesta por L Valdés, cantante del grupo Síntesis, y su hija e hijo, también reconocidos músicos: M y X Alfonso.

Termino con uno de los ejemplos más graciosos: el papá de un amigo se libró de llamarse Segismundo, pues la familia no estuvo de acuerdo. Ahora no imagino como le dirán de cariño, pero su nombre real, el que aparece en su carné de identidad es: Onésimo Santiesteban.

(Fuente: Blog Letra joven )



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