Por María Elena Balán
Son muchos los viajeros que llegan a Cuba y sienten curiosidad por conocer acerca del menú criollo, de cuáles son los platillos más gustosos y preferidos por los nacionales, y en los días de su estancia se aprestan a darle gusto al paladar y dejarse ganar por las ofertas gastronómicas más apetitosas.
No hay quien dude que la cocina cubana es parte de nuestra cultura, tan rica en su amalgama de herencias hispana, africana, pero también china, italiana, francesa, árabe y caribeña, porque quien pisó esta Isla antaño trajo consigo costumbres, recetas, modos de preparar un buen platillo y todo eso se integró para ofrecer el mejor de los resultados.
Tales atributos fueron reconocidos por la Asociación Mundial de Sociedades de Chefs (WorldChefs), que declaró a la cocina cubana como Patrimonio Inmaterial a nivel planetario, por haber salvaguardado la identidad y continuidad de una gastronomía con profundas raíces nacionales, y contribuido a promover el respeto a la diversidad cultural y creatividad humana.
Con el tiempo, algunas recetas sobrevivieron, otras han quedado un tanto olvidadas, bien sea por desconocimiento, por pereza o porque a veces no están a mano los ingredientes que las componen. De ahí, que vale la sugerencia del rescate, de sacar del baúl de los recuerdos lo más enjundioso, lo cual en definitiva nos identifica como nación.
Tal oportunidad no debe escapar de las manos de quienes desde establecimientos estatales, restaurantes o cafeterías privados pueden ofertar al comensal no solo una mesa montada de manera atractiva, con manteles, cubiertos, servilletas, copas y vasos, sino también con lo más representativo y tradicional, con las necesarias variaciones que impone el tiempo y la sustitución de ingredientes en busca de soluciones.
No se trata solo de servir el rico arroz congrí, la carne de cerdo asada y la yuca con mojo, también se puede abogar por otras exquisiteces que de hecho están presentes en algunas cartas menú como la ropa vieja, el chilindrón de chivo, las albóndigas, la carne con papas, los frijoles negros “dormidos” con arroz blanco y bistec empanado, o el arroz con pollo, o con cerdo o también con maíz y el ajiaco criollo. Sin olvidar los tostones o el plátano en tentación.
¿Y qué decir del camarón empanado, del pulpo al ajillo, de la langosta? Porque si de productos del mar se trata, igual de gustoso es un filete de pescado o alguna receta con mariscos.
Mención aparte para los dulces caseros más autóctonos como los buñuelos en almíbar, el flan de calabaza, la natilla y el boniatillo, las torrejas, los cascos de guayaba, de toronja o naranja agria, o también el pudín y el majarete.
Y como bebidas para degustar pueden incluirse desde el popular mojito, el Cuba Libre, daiquirí, y otros cócteles propios de esta Isla, para luego dar paso a un rico café criollo, de esos que compulsan a fumar un buen puro, porque también el tabaco forma parte del maridaje ideal de una cena a lo cubano.
(Tomado de la ACN)