Ciudad que vivo, ciudad que soy

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2018-08-07 08:10:15

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Foto: Miguel Febles Hernández/Granma

Autor: Miguel Febles Hernández

Camagüey, 7 ago (RHC) Poco más de seis meses separan a la ciudad patrimonial de Camagüey de la celebración del aniversario 505 de su fundación –2 de febrero de 1514–, motivo que genera expectativas para hacer valedero el propósito de afianzarse como capital productiva, funcional, culta y bella.

Heredera de la villa de Santa María del Puerto Príncipe, la urbe reclama de las autoridades, instituciones y habitantes una mirada diferente para sobrellevar el peso de la modernidad sin perder los atributos que la hicieron merecer, hace diez años, su inclusión en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Para incentivar y darle calor a ese esfuerzo, la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC) lidera una campaña de bien público, cuyo lema Ciudad que vivo, ciudad que soy recoge el interés por estimular la urbanidad y los deberes compartidos en el cuidado y enaltecimiento de la antigua villa.

Mailet Padilla Paneca, especialista de Comunicación de la entidad, declara que el propósito es resaltar la necesidad de preservar el entorno citadino y la civilidad, como condiciones indispensables para el incremento de la calidad de vida y el bienestar individual y colectivo.

Se trata de un conjunto de acciones constructivas y de mantenimiento, higienización, capacitación, comunicación y educación ciudadana, que involucran a toda la sociedad en pos de mitigar los problemas presentes en una ciudad con más de cinco siglos de existencia.

Investigaciones indican que si bien un elevado porcentaje de la población se ubica en posiciones de avanzada en la correcta percepción de tales asuntos, podría ser superior el nivel de sensibilidad y de rechazo a todo lo que atente o lesione la voluntad de preservación de sus signos identitarios.

Una década después de la proclamación del centro urbano como Patrimonio Cultural de la Humanidad, la ciudad exhibe una fisonomía rejuvenecida, fruto del esfuerzo y el trabajo cotidiano de su gente para realzar los atributos históricos, culturales y arquitectónicos de relevancia universal que la singularizan.

Suman cientos las obras ejecutadas o rehabilitadas en los últimos años, una verdadera revolución constructiva que debe cobrar nuevo impulso de cara a la próxima meta: el cumpleaños 505 de la urbe, todo un reto a la creatividad y al buen hacer para sumarle atractivos a la otrora villa principeña.

De momento, las principales acciones se concentran en dos ambiciosos proyectos que cambiarán el paisaje en zonas puntuales de la ciudad y les añadirán valor de uso en bien de lugareños y visitantes: el Recinto Ferial y el Museo del Ferrocarril, una obra llamada a preservar la historia y tradiciones de ese sector.

El propósito es restaurar o retocar con la exquisitez del detalle las plazas, plazuelas, parques, calles y la amplia red de entidades económicas y sociales, como escenarios apropiados para el disfrute del patrimonio legado por varias generaciones que han dejado su impronta en un sedimento cultural e histórico de alta valía.

De nada valdría, sin embargo, tanto empeño, si no se hace acompañar de una conciencia y conducta cívica individual y colectiva en el cuidado y preservación del entorno urbano, dirigidas a acatar las normas de convivencia y a enfrentar de manera resuelta el desorden, las ilegalidades y la indisciplina social.

“Las principales acciones, explica Mailet Padilla Paneca, están encaminadas, entre otras, al mejoramiento de la higiene ambiental, la disciplina vial, el cuidado del ornato público y la imagen urbana, y el combate contra las ilegalidades en las ventas de productos y las intervenciones constructivas”.

A ese propósito se suman igualmente, y han ofrecido su más decidido respaldo, quienes sueñan, aman, luchan, trabajan y aspiran a tener una ciudad mejor, libre del estrés cotidiano que atenta contra la calidad ambiental y de vida dentro del ecosistema urbano y evitar así males mucho mayores.

Se trata de rehabilitar de manera integral el universo público, a partir de un modelo que fortalezca los referentes sociales de pertenencia, sobre la base de la más estrecha relación entre calidad ambiental, bienestar e identidad cultural con la participación ciudadana como bandera.

“Más allá de colocar una lona nueva o ponernos un pulóver o un sello, comenta José Rodríguez Barreras, director de la OHCC, la campaña de bien público apuesta por mejorar la espiritualidad de las personas que aquí viven y eliminar actitudes que no tienen nada que ver con el país que deseamos ni con el ser camagüeyano”.

Reconoce el especialista lo mucho que resta aún por hacer, pero insiste en que, gracias al grado de concertación y a la voluntad renovadora, no son pocos los logros en el manejo de una urbe tan compleja a la hora de afrontar los enormes retos que supone el trabajo de preservación del patrimonio.

El hecho de pertenecer desde hace una década al selecto grupo de las ciudades patrimoniales y aspirar a convertirse en destino turístico de excelencia constituye incentivo legítimo para la obra buena y perdurable, la misma de la que se sentirán orgullosas las generaciones que habitan y habitarán el Camagüey legendario. (Fuente: Granma)

Foto: Miguel Febles Hernández/Granma.
 

 



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