Por Mayra Pardillo Gómez
Trinidad, 4 sep (RHC) La ciudad de Trinidad, tercera villa fundada por los españoles en Cuba, guarda entre sus añejas calles, mansiones y palacetes un sinfín de leyendas engarzadas con la realidad, como la de María Dolores Iznaga, con fama de curar todo tipo de padecimientos.
La Poza Ma Dolores, cuyas aguas en tiempos remotos fueron consideradas milagrosas, recibió el nombre por esa negra esclava que por su apellido es probable perteneciera a la acaudalada familia de los Iznaga, dueños de prósperos ingenios azucareros.
Según datos del texto La Poza de Ma Dolores: Del mito a la realidad, disfrutó de ciertos privilegios por parte de sus amos, como que le concedieran la libertad y un pequeño terreno donde pasar su vejez en las riberas del arroyo Cabarnao.
Sin embargo, otras versiones afirman que 'la vieja esclava había sido liberada por su dueño a causa de una enfermedad en estado terminal, que le provocaba continuos vómitos de sangre y que por ese motivo sin querer manchaba la ropa mientras lavaba'.
Afirman algunos materiales que la posible enfermedad que padecía la anciana era la tuberculosis.
Cerca del lugar adonde fue a vivir estaba dicha poza o manantial, que con el pasar de los años tomaría su nombre, y cuyas aguas empezó a utilizar con fines curativos.
En un inicio las emplearía con la población negra de los alrededores para luego extender sus servicios -hasta los relativos a los del alma y las pasiones- a las personas blancas.
Esto hace pensar que de cierto modo las aguas surtían algún efecto sanador cuando incluso gente con determinada cultura o renuentes a usar métodos tradicionales acudieron a esos remedios.
No obstante las personas iban a visitarla al lugar donde vivía más por sus supuestos poderes sobrenaturales que por los beneficios de las aguas del manantial, mientras también aseguran aplicaba saliva en su método curativo.
MA DOLORES A LA CÁRCEL
Narra Emilio Sánchez y Sánchez en su libro Recuerdos del tiempo viejo: tradiciones trinitarias (primera edición, 1916), que las autoridades coloniales creyeron que el lugar era un centro de conspiración y 'el 15 de mayo de 1875 ingresaron en la cárcel Ma Dolores y trece individuos más'.
Era la época de la llamada Guerra de los Diez Años (1868-1878) que libraban los patriotas cubanos -conocidos como mambises- contra el yugo del colonialismo español, en aras de lograr la independencia.
Cualquier mínima sospecha de ayuda o contribución a la causa independentista se pagaba con la muerte, el trabajo forzado o el destierro; ejemplos hay muchos en la historiografía cubana.
Y aunque en el registro realizado en el humilde bohío de la negra gangá no encontraron nada comprometedor, solo plumas de lechuza y huesos de animales, entre otros objetos, así como 'un altar donde figuraban todos los santos', fue juzgada por el delito de infidencia.
'Pero las autoridades españolas, inspiradas seguramente por un ruin delator, conocían los secretos que encerraba aquel pobre bohío', indica Sánchez y Sánchez.
Condenada a la pena máxima fue trasladada al fatídico campo de la Mano del Negro, donde el 23 de mayo de 1871 -por citar un ejemplo- fue fusilado el patriota Juan Bautista, entre otros. Allí, además, eran ejecutados los reos que habían cometido delitos comunes.
Recuerda, en el libro, que a dos esclavos condenados a la horca se les mutilaron las manos derechas y las expusieron una a la salida de la ciudad y la otra en el camino 'que hoy llamamos de la Loma del Puerto'.
'Y desde entonces, siempre que se hacía referencia a aquel lugar, se decía: Allá donde guindaron la mano del negro..., o bien: En donde pusieron la mano del negro... y otras frases por el estilo', detalla.
EJECUCIÓN FALLIDA
Cuentan que cuando le dieron a conocer la sentencia Ma Dolores exclamó: A mí no va a matá... Los angelito me viene a bucá y me va llevá...'.
Trágicos y coincidentes sucesos acaecidos en la ciudad fueron achacados entonces a esta pobre mujer, mientras la población continuaba exigiendo y rogando por la liberación de Ma Dolores, entre ellos negros esclavos que invocaban a sus dioses en la lengua natal.
Cuando todo estaba listo para terminar con la vida de la mujer, un mensajero a caballo trajo consigo la orden de suspender la ejecución y el hecho contribuyó a que creciera el fervor por las mágicas virtudes de Ma Dolores, por tanto su fama y la de la poza aumentaron. Señala Sánchez y Sánchez que 'se vio venir a todo galope, en brioso corcel, un oficial español, alta la diestra y en ella portaba un pliego' y que repetía incesantemente Perdón!, Perdón para el reo!'. El autor considera que en efecto Ma Dolores resultó una eficaz auxiliar de los cubanos que luchaban contra el colonialismo español y al conmutarse la pena de muerte por la de destierro el 14 de marzo de 1876 fue conducida a La Habana, a fin de cumplir la condena.
Incluso después de morir la mujer, a quien se le conoció asimismo como la Bruja de Cabarnao, la poza siguió siendo lugar de reunión para muchas personas en busca de cura a sus padecimientos.
Aseguran que un pequeño altar a la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, fue construido por algunos devotos en las márgenes del arroyo.
Otrora, en particular los Viernes Santos, una extensa procesión salía desde Trinidad y sus alrededores y desde Magua hasta la poza de Ma Dolores, pero con el transcurso de los años fue perdiendo poco a poco la popularidad que obtuviera épocas atrás.
La Villa de Recreo o Finca que lleva por nombre Ma Dolores está en las afueras de Trinidad -Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1988- a orillas del río Guaurabo, por donde otrora desembarcara Hernán Cortés para buscar provisiones y poner rumbo a México.
Las costas trinitarias causaron la admiración del Almirante Cristóbal Colón y fue visitada por ilustres personalidades como el sabio alemán Alejandro de Humboldt.
Sus calles empedradas y techos de barro rojo, así como las suntuosas casonas y palacetes, aún en nuestros días despiertan el interés de quienes visitan esta ciudad centro sureña del país.
Como tantas otras realidades vinculadas a leyendas, la de la negra Ma Dolores o Bruja de Cabarnao trasciende las épocas hasta llegar a nuestros días y para recordar por siempre la finca que hace gala a su nombre, en Trinidad, la cual abre sus puertas al visitante. (Fuente: PL)