Por: Roberto F. Campos
La Habana, 30 sep (RHC) Con el incremento de los viajes culturales a Cuba es muy común ver a peregrinos con sus cámaras fotográficas retratando viejas aldabas en edificios de La Habana, sumamente bien conservados.
Los encantos de La Habana Vieja son muchos, pero los viajeros a veces olvidan detalles que otorgan un toque de distinción particular a la arquitectura de ese lugar, como es el caso de las aldabas que en la actualidad muchas personas descubren para su satisfacción.
Aldabas, herrería y decoración de puertas constituyen elementos indispensables a apreciar durante un recorrido cultural por La Habana Vieja, en busca de detalles pintorescos que nos remontan a otras épocas.
Por tanto, un paseo por plazas, callejones y rincones de esa parte de la capital cubana, destapan una cultura singular que tiene increíbles asentamientos en la historia y la arquitectura de la isla, algo que muchos turistas -sobre todo europeos- buscan con denuedo.
Una aldaba es una pieza articulada de metal situada en las puertas exteriores de las casas y que sirve para llamar a sus ocupantes por medio de golpes en la puerta.
Las primeras piezas de ese tipo datan de la Edad Media, y consistían en martillitos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior.
La forma más típica y más antigua es la de argolla o aro, de hierro en las más antiguas, generalmente unida a una cabeza de bronce, con diferentes formas, como leones.
Se golpeaba con ellas sobre una cabeza de clavo bastante gorda. Estas aldabas servían además como tiradores y en las puertas de algunas iglesias eran un signo de asilo que se requería asiéndose de dicha anilla.
De tan antigua costumbre habla San Gregorio de Tours, al explicar que esa cabeza era de león, grifo o quimera.
De león eran, por ejemplo, las de los llamadores de la portada de la catedral de Puy-en-Vélay del siglo XI y otra del siglo XIII de la puerta occidental de la catedral de Noyón.
Esa clase de llamadores se destinaron especialmente a las puertas de las iglesias, sin duda porque así lo pedía la tradición del derecho de asilo, y de ello hay mucho en La Habana.
Estas explicaciones de los expertos se pueden descubrir en La Habana Vieja, con el contraste de colores y claros oscuros, el enmaderado de las puertas, gruesas y pesadas de algunas casonas, como bien se puede apreciar en La Plaza Vieja, una de las cinco de su tipo que adorna la ciudad.
El Renacimiento produjo también bellos llamadores en cuya composición extremaron su arte los cerrajeros.
El tema más común es dos S contrapuestas. Excepcionalmente, también hubo aldabones de piedra con buenos ejemplos de este período: dos aldabones de serpentina compuestos de una gran argolla suspendida de las fauces de un león.
Pero hay más detalles históricos que nos sorprenden, cuando Hernán, Hernando y Hernández, tres buenos herreros traídos como soldados por otro Hernán (Cortéz) para la conquista de lo que hoy es México dejaron su huellas en muchas ciudades latinoamericanas.
Durante el Siglo XVIII, las herrerías de los balcones, rejas conventuales, zapatas estructurales, aldabas, aldabones, bocallaves, candados y clavetones, dejaron de ser obra baladí y se convirtieron en obra prima.
Obra que aún podemos ver en algunos balcones, portones y puertas en México y otras ciudades, incluso en La Habana. (Fuente:PL)