Por: Guadalupe Yaujar Díaz
Uno de los antológicos temas de la canción cubana, “Longina”, cumplió cien años. Su autor el guitarrista y compositor Manuel Corona.
Considerado uno de los cuatro grandes de la música trovadoresca de la isla, junto a Sindo Garay, Alberto Villalón y Rosendo Ruiz es, quizás, de quien más se interpretan sus textos.
El bardo, de padre mambí, nació en la central ciudad de Caibarién y en la última década del siglo XIX, siendo un adolescente se marchó a La Habana en busca de mejor suerte.
Por aquella época se desempeñó en modestos trabajos en el taller de cigarros La eminencia, y el tiempo no le sería obstáculo para combinar sus habilidades de torcedor de tabacos y hacer de lo suyo la guitarra, que en lo sucesivo lo acompañó.
De particular encanto las letras de Mercedes, Aurora, Santa Cecilia conforman parte del numeroso catálogo que nos legó, en el cual de manera especial sobresale la popular “Longina” estrenada el 15 de octubre de 1918.
Se trata de una de las piezas más conocidas de la trova y del cancionero nacional que traspasó las fronteras y una composición que lo perpetuaría incluso despúes de su desaparición física.
Esta canción, que llega hasta nuestros días envuelta entre el amor y la desesperanza, fue fruto del encuentro de Corona y Longina, (*) una mestiza, con un cuerpo flexible y esbelto, cutis terso, altos senos y centellante mirada, que lo dejó sin calma desde ese momento.
Más allá de cualquier historia amorosa queda él, un eterno mujeriego, prendado de esta mujer con un sentimiento no correspondido y que nunca hasta despúes de muerte, lo acompañaría.
Se conocieron en el cuarto que habitaba la trovadora María Teresa Vera, sitio para un encuentro al azar del destino, a donde llegó la joven acompañada por un periodista quien le pediría al juglar que le compusiera a la joven una canción.
Corona, no se hizo de rogar y allí mismo garabateó algunas notas, aunque se dice que demoró casi una semana en concluirla.
Con el tiempo, Corona, enamorado perdidamente de su musa inspiradora sufre mucho por considerarla como “una cosa muy alta para él”.
El músico, persistente y místico, compuso también para ella los temas Aurora, Senda opuesta y Rosa negra. Este último, en especial, le sirve para festejar el regreso de la joven de la provincia de Oriente, cuando pensaba que no volvería a verla jamás (te he vuelto a ver, te he vuelto a ver / Longina, seductora, mujer sensacional / tú eres la rosa más linda / de este pensil tropical).
Nos deja entonces el autor a merced del verso de esa Longina que tiene la virtud de ruborizar a los amantes anhelantes del primer beso: “En el lenguaje misterioso de tus ojos hay un tema que destaca sensibilidad”….
Para Corona la mujer, el amor, la guitarra y el desengaño, estuvieron entre sus recurridos temas y entre los mejores difusores de su obra tuvo a María Teresa Vera y Rafael Zequeira.
El inolvidable compositor falleció en enero de 1950 en un pobre y olvidado cuarto del bar Jaruquito de Marianao. A su entierro asistieron Sindo Garay, Rosendo Ruiz, Tata Villegas, Pancho Majagua y Gonzalo Roig (este último despidió el duelo).
Y entre los pocos admiradores que lo lloraron estaba Longina, que lo sigue viendo alegre, conversador, luchando contra su testarudez tímida.
Desde 1968 los restos de Corona resposan finalmente en el camposanto de su natal Caibarién, que recibiera dos décadas despúes a la musa que le inspiró una canción que perpetúa el amor.
(*) Longina (15 de marzo de 1888) en la localidad habanera de Madruga. Allí, se pasa la niñez y adolescencia bailando rumba y haciendo fechorías, hasta que Nicanor Mella y Cecilia Mc Partland la contratan en la capital como nodriza de Julio Antonio Mella, quien será el ideólogo de la Reforma Universitaria y uno de los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba.