El ballet Giselle motiva reposición en Cuba

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2018-11-02 08:06:14

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Foto: PL.

Por: Martha Sánchez Martínez

La Habana, 2 nov (RHC) El mítico debut de la bailarina cubana Alicia Alonso en Giselle motiva la reposición de esa obra cumbre del romanticismo danzario en el 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana.

Junto a El lago de los cisnes, Giselle es el ballet más codiciado y demandado por el público y los propios danzantes, quienes consideran un reto asumir la pieza que ha sido invocada por los críticos como el Hamlet del ballet, porque con ella se es o no se es.

No es casual que múltiples bailarinas lo seleccionen como obra de retiro artístico o como signo de advenimiento a la cúspide de una carrera, y hasta como imagen de terror, por la ansiedad que desata poder cubrir los requisitos dramáticos del personaje y la historia.

La trascendencia de algunas divas de la danza ha estado marcada, en buena medida, por sus interpretaciones en este ballet romántico por excelencia.

Si de Giselle se habla, aflora inevitablemente el nombre de una de las luminarias del siglo XX, la cubana Alicia Alonso, quien fue la primera latinoamericana en encarnar el personaje.

De acuerdo con la crítica mundial, su construcción del papel sigue siendo una de las más logradas, pero pocos conocen los sacrificios y riesgos que afrontó la bailarina por el sueño de convertirse en Giselle.

En 1940, Alonso y su primer esposo, Fernando, bailaban en Estados Unidos como miembros de la recién fundada American Ballet Theatre, cuando inesperadamente ella sufrió un desprendimiento de la retina de los dos ojos.

Tras ser operada, los médicos recomendaron que nunca más volviera a bailar, pero inmóvil y vendada sobre una cama, la joven de 20 años de edad ensayó con los dedos de las manos la obra que por entonces anhelaba interpretar: Giselle.

En aquella cama donde permaneció un año y medio, Alonso repasó a diario cada detalle de la coreografía: los pasos, la pantomima, la música y el sentido de la danza.

Después de cumplir con el reposo establecido, la artista regresó a los escenarios en contra de la orientación de los médicos, y protagonizó lo que puede considerarse tanto una hazaña como un milagro.

Alonso asumió el papel de Giselle en sustitución de la célebre bailarina inglesa Alicia Márkova, quién había enfermado poco antes de la presentación.

Con unos pocos ensayos, la cubana se convirtió por primera vez en la frágil campesina devenida espíritu tras la muerte, el 2 de noviembre de 1943 en el Metropolitan Opera House de Nueva York, junto al prestigioso bailarín inglés Anton Dolin como Albrecht y el elenco del American Ballet.

Según varios críticos, aquella noche, en la persona de Alonso triunfó Cuba y toda América pues ella demostró que una latina podía asumir con excelencia técnica y estilística un papel hasta entonces reservado para intérpretes eslavas o anglosajonas.

Tanto impacto causó la artista con su primera interpretación del personaje que al término de la función el gran coleccionista de danza George Chaffée le arrebató de los pies a la artista sus zapatillas ensangrentadas por tantas horas de trabajo y profetizó: “esto es para la historia”.

Así comienza la leyenda Alicia Alonso-Giselle, ballet que con el tiempo pulió al detalle y del cual creó una versión propia que aún perdura como la más lograda de cuantas se encuentran en el repertorio internacional.

La sala Avellaneda del Teatro Nacional acogerá la puesta de este miércoles, protagonizada por los primeros bailarines del BNC Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, Dani Hernández, Rafael Quenedit y Raúl Abreu, bajo la dirección de la propia prima ballerina assoluta cubana y presidenta del Festival. (Fuente:PL)



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