Ignacio Piñeiro: sus obras llenas de cubanía

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2019-03-12 08:23:26

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Foto: Granma.

Por. Guadalupe Yaujar Díaz

La Habana, 12 mar (RHC) Un día como hoy (1888-1969) fallece en La Habana una importante figura dentro de la música popular cubana: Ignacio Piñeiro.

De niño vivió con su familia en los barrios pobres habaneros de Jesús María, cercano al puerto, y Pueblo Nuevo, e inició su vida musical interpretando canciones en coros infantiles y en su entorno fue asimilando los toques y cantos de los cabildos africanos.

Desde muy joven trabajó en diferentes oficios, al tiempo que la música daba vueltas dentro de su cabeza; mientras trasteaba el tres, la guitarra, el contrabajo y los tambores.

Integró en 1906 la agrupación de claves “El Timbre de Oro” como improvisador decimista; dirigió el grupo de guaguancó “Los Roncos” para el cual hizo composiciones corales como Cuando tu desengaño veas, Mañana te espero niña, Donde tú estabas anoche.

Piñeiro transitó por muchas agrupaciones en las cuales cultivó los valores folklóricos, le aportó un más amplio desarrollo melódico-armónico, una mayor profundidad y vuelo poético.

En 1926 fue contrabajista del grupo de sones Sexteto de Occidente, de María Teresa Vera, presentándose en los escenarios de la ciudad de Nueva York. Más tarde fundó el Sexteto Nacional –que bautizó con su propio nombre- cuando este género comenzó a difundirse, con el cual representó a Cuba en la Exposición de Sevilla, en 1939, obteniendo en ella medalla de Oro.

Compositor e intérprete de antológicas piezas, su catálogo autoral abarca el son y todas sus combinaciones con el montuno, el guaguancó, la canción, los ritmos afrocubanos, la conga, la guajira, guarachas, villancicos, danzones, rumbas, pregones, tangos congos, plegarias, lamentos y preludios.

Las claves ñáñigas o marchas abakuá del Septeto Nacional Ignacio Piñeiro en 1926, comenzaron a ser mezcladas con las diferentes variantes del llamado complejo de la rumba -en especial, el guaguancó- a la manera de sones habaneros; fórmula empleada por Piñeiro que logró muchos éxitos entre los bailadores.

Conocía, además, a profundidad los cantos de clave, el yambu y la tahona, antecesores de la rumba, la guaracha y el son. Entre sus sones más conocidos figuran Cuatro palomas, Esas no son cubanas, Mayeya, Ëchale salsita y Suavecito

Su obra trató disímiles temas como el amor, la patria, la reflexión filosófica, la política, lo bucólico, lo infantil, expresados de maneras satírica, apologética, humorística y con mayor profundidad que en la producción sonera que le antecedió.

En 1930 fue uno de los fundadores de la Asociación Nacional de Soneros Cubanos. Actúan en el cabaret Sans-Souci (1930); en 1931 se presentan en las radioemisoras Lavín y CMCG.

En 1932 visita La Habana el compositor estadounidense George Gershwin y frecuenta la estación radial CMCJ, donde se presentaba el Septeto Nacional, allí entabló amistad con éste y recogió anotaciones musicales de las obras del cubano compositor. Fruto de estas anotaciones es "Obertura cubana", en la cual el prestigioso músico estadounidense George Gershwin utilizó temas del son-pregón Échale salsita estrenada en Nueva York en agosto de 1933, sin que el crédito del cubano apareciera por ninguna parte.

Ignacio Piñeiro cedió su puesto temporalmente en el septeto en 1935 para retomar su dirección en 1954, y ya no lo abandonaría hasta su muerte.

A Ignacio Piñeiro se le propuso entonces implementar un reclamo legal por el uso deliberado de su creación, pero el músico cubano expresó humilde y generosamente: "Para mí es suficiente que el gran Gershwin me haya considerado parte del folklor".

Medio siglo despúes de su desaparición física, sus incontables composiciones, se dan cifras de 350, iluminan los caminos de la música cubana que nos legó.



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