Por Martha Ríos
El 21 de marzo el hemisferio norte le da la bienvenida a la primavera. En los países continentales la llegada de esa estación es motivo de jolgorio. Los tonos grises y el intenso frío ceden paso a un mundo de colores y fragancias.
En el archipiélago cubano como no es tan marcada la diferencia entre una época y otra, no acostumbramos a hacer fiestas.
Para nosotros es cotidiano el sol radiante, las plantas verdes todo el año, las flores de variados matices…
Por eso, al famoso director de orquesta Herbert von Karajan (1908-1989) no le fue difícil renunciar al espectáculo de la naturaleza en su Austria natal para venir al Caribe.
Tenía grandes expectativas con su debut en Cuba. Sería en el Teatro Auditorium, justo el 21 de marzo de 1949. Le faltaban 15 días para cumplir 31 años de edad.
Ya había estado al frente de la Orquesta Sinfónica de Ulm, y de la Ópera de Berlín, ambas en Alemania, también de la de París.
Grandes experiencias contaba de los festivales de Lucerna, Salzburgo y Bayreuth, todos en el Viejo Continente, pero le seducía la idea de dirigir la Orquesta Filarmónica de La Habana (OFH), una agrupación con un cuarto de siglo de fundada y de probado prestigio.
Escogió para la ocasión la obertura de ‘El cazador furtivo’, de Carl María von Weber (1786-1826); ‘Don Juan’, de Richard Strauss (1864-1949); y de Johannes Brahms (1833-1897), la última de sus sinfonías, la No. 4 opus 98, la más melancólica del compositor alemán.
Grabado quedó aquel 21 de marzo en la memoria de la música de concierto interpretada en Cuba; también para Karajan, tanto que los días 3 y 4 del mes siguiente, batuta en mano y otra vez al frente de la OFH, volvió al renombrado coliseo habanero.
Entonces, con la maestría que lo caracterizaba regaló al público de la capital cubana, la Sinfonía No. 9 ‘Coral’, de Ludwig von Beethoven, con Greta Menzel (soprano); Marta Pérez (mezzosoprano); Irwin Dillon (tenor); Kenneth Schon (barítono); Coro de la Filarmónica; Grupo vocal Seica; Coro Nacional; Coral Monserrat; y Selección Coral Federada, bajo la dirección de Paul Csonka.
Cuentan que fue la apoteosis. Los melómanos, apasionados, ovacionaron al elenco quien después de corridas las cortinas, reverenciaron varias veces a sus admiradores.
Si Karajan volvió a los escenarios cubanos, las fuentes que esta redactora consultó no lo recogen.
Lo que sí coinciden en afirmar es que era bien evidente el regocijo del excelso director de orquesta austriaco, cuando dos veces se puso al frente de la OFH en la primavera de 1949.
