Por Martha Ríos
Cuando la soprano y actriz cubana Blanca Becerra (1887-1985) interpretó por primera vez la negra Dolores Santa Cruz, de la zarzuela `Cecilia Valdés´, contaba con más de medio siglo de vida, y una trayectoria artística digna de encomio.
Fue por los años 40 de la pasada centuria, en el teatro Martí, de La Habana, y aun octogenaria seguía encarnando el personaje con maestría sin par. Cada vez que salía a escena lo hacía mejor.
Hasta parece vérsele todavía en el proscenio, toda encorvada, ya con verdaderos surcos en el rostro, cabellera blanca, y entonando el tango-congo Popopó, que siempre arrancaba aplausos.
Aunque, para ser justos, era lo que más había escuchado. Vino al mundo en la antigua provincia de Las Villas, el 27 de abril de 1887, con el nombre de Rosa Anastasia Becerra Grela, y un lustro después ya estaba vinculada al arte.
Todo comenzó en el poblado de San Diego de los Baños, en Pinar del Río, en el circo-teatro `Estrella´, de sus padres. De pequeña, y con gran desenfado, Blanquita hizo allí monólogos, sainetes y cuplés. Luego se trasladaron a Santiago de Cuba. En la oriental ciudad estudió canto y formó dúo con Sindo Garay que por entonces era trapecista.
Video tomado de Youtube
Como le apasionaba el género lírico, a él se dedicó durante casi cinco décadas. Su primera presentación fue a los 17 años de edad.
Después en La Habana, los principales teatros contaron su historia de triunfos. Pero el tiempo que estuvo en el Alhambra, entre 1913 y 1932, marcó su carrera en Cuba por la versatilidad con que se desenvolvió. Intensos fueron sus desempeños en los papeles de guajira, mulata, gallega, jamaicana…
Video tomado de Youtube
Otros países la conocieron igualmente: Estados Unidos, México, España, incluso, con obras que compusieron para ella autores de la talla de Jorge Anckermann, Federico Villoch y Agustín Rodríguez.
En 1916 realizó grabaciones con los sellos discográficos Columbia y RCA Víctor, que se encargaron de difundir su talento en naciones donde nunca puso sus pies.
Cuando una operación de laringe a la que se sometió le modificó su voz de soprano, no se amilanó. El teatro bufo ganó una actriz genérica, y colocó su nombre entre las imprescindibles.
Blanca Becerra incursionó, además, en la radio, la televisión y el cine. En este participó en las cintas cubanas `Manuel García, rey de los campos de Cuba´ y `Sed de amor´, entre 1940 y 1945.
Hasta los últimos años de su existencia fueron fructíferos. Participaba sistemáticamente en peñas y algunos espectáculos en los que desplegaba su histrionismo matizado de ese gracejo y criollismo que la acompañó siempre.
La Distinción por la Cultura cubana fue un justo reconocimiento para quien vivió 98 años, 93 de los cuales dedicó al arte.