Por: Matilde Salas
La Habana, 13 may (RHC) En La Habana de 1877 nació, el 29 de enero, Amelia Goyre de la Hoz, en el seno de una familia aristocrática de origen catalán.
La niña, que fue la sobrina preferida del Marqués de Balboa, desde temprano sintió gran admiración por su primo José Vicente Adot Rabell, lo que con el paso del tiempo se convirtió en un amor recíproco.
A pesar de la relación familiar de los enamorados, había gran oposición para ese vínculo amoroso, en especial para que llegaran al matrimonio.
La mayoría de los parientes no estaban convencidos de que el joven fuera un buen partido para Amelia, pues carecía de fortuna que permitiera darle una vida cómoda a la muchacha. A pesar de esos hechos desagradables, los enamorados decidieron casarse cuando tuvieran 18 años.
Grandes alegrías y tristezas
La temprana muerte de los padres de la joven Amelia Goyre y el inicio de la contienda libertaria, que luego se conoció como la Guerra Necesaria, en 1895, pusieron un largo paréntesis al proyecto de los enamorados Amelia y José Vicente, para realizar el añorado matrimonio que habían programado.
Al terminar la guerra independentista cubana, el joven tenía el grado de Capitán del Ejército Libertador y regresó sano y salvo a La Habana junto a su amada.
Poco después de iniciarse el siglo XX, ¡por fin! los novios lograron realizar el deseado casamiento por el que esperaron disciplinadamente. Pero fue muy breve la dicha que pudieron disfrutar, luego de la prolongada espera.
La triste razón es que la joven Amelia Goyre murió con solo 24 años, el 3 de mayo de 1901, cuando tenía 8 meses de embarazo.
Amor convertido en leyenda
Testimonios de la época indican que al fallecer la joven Amelia Goyre, su viudo sufrió un gran desajuste emocional, pues no admitía la muerte de su amada, por lo que cada día iba a su tumba, en el cementerio de Colón, a llevarle flores y, según decía, “conversar” con ella.
Al llegar, tocaba con una argolla sobre la tapa de la lápida para despertarla, y al acabar de hablar se iba sin darle la espalda y luego volvía sobre sus pasos.
Andando el tiempo se hizo la exhumación y el imaginario popular echó a correr una idea que afirmaba que el cadáver de Amelia Goyre estaba intacto y con el bebé cargado en sus brazos.
Así la imaginó un amigo de la familia, el escultor José Vilalta de Saavedra, quien plasmó su figura en una obra realizada en mármol de Carrara, que se puso junto al panteón en el que sepultaron a la hoy conocida como La Milagrosa. (Fuente: Radio Reloj)