Por Martha Ríos

Cuando en Cuba se inició la llamada Guerra Necesaria (1895-1898) contra el régimen colonial español, el pintor Armando Menocal (1863-1942), todavía no tenía 32 años de edad, los cumpliría el 8 de julio.

Por esa fecha se desempeñaba como profesor de la Academia Nacional de Bellas Artes ‘San Alejandro’, en La Habana, donde había estudiado desde niño, por vocación, y porque como procedía de una ilustre familia cubana, el dinero no constituía problema alguno, incluso, completó sus estudios en España.

Abandonar la comodidad en que vivía hubiera parecido un desatino, si no pesaran tanto sus ideas independentistas, hasta el punto que trocó la Cátedra por el campo de batalla, y el traje de moda por el uniforme del Ejército Libertador.

Primero se puso a las órdenes del Marqués de Santa Lucía y después se convirtió en el ayudante del Generalísimo Máximo Gómez (1836-1905).

No obstante la cruda vida de mambí, el buen artista jamás dejó de serlo. En sus tiempos libres, hacía esbozos a plumilla que muchos se vendieron en el exterior con vistas a recaudar fondos para la causa emancipadora.

Durante los años que duró la confrontación, pintó cargas al machete, la belleza de nuestra flora y fauna, y retratos de sus compañeros, del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales (1845-1896) inclusive.

De su autoría también es un esbozo de la caída en combate del Titán de Bronce (7 de diciembre) que 10 años después, en 1906, llevó al lienzo en gran formato con el título de ‘La muerte de Antonio Maceo’.

Terminada la guerra en 1898, Armando Menocal volvió a la prestigiosa institución, y su creación se tornó más abundante y abarcadora.

Llegó a recrear temas mitológicos, hizo murales, decoró el Aula Magna de la Universidad de La Habana, con representaciones de la Medicina, las Bellas Artes, la Ciencia, el Pensamiento, el Derecho, el Comercio y la Astronomía.

Por muchos derroteros que siguió, jamás abandonó el realismo del que se nutrió su pintura histórica, pues como había bebido de la escuela española, mantuvo siempre esos patrones. Así lo reconocieron los críticos que valoraron profundamente sus obras.

Durante 17 años, de 1927 a 1934, Menocal fue director de San Alejandro.

Allí siempre volvía porque entre lienzos y pinceles, echaba a volar su imaginación, aunque el alma, raída por el tiempo, ya le señalaba el camino hacia el descanso eterno, fecha que el calendario marcó el 28 de septiembre de 1942, en su Habana natal.