Biografía de La Rampa

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2019-10-05 20:53:33

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Foto: Cubadete.

Por: Ciro Bianchi Ross

La Habana, 5 oct (RHC) Toda ciudad –todo país-  tiene su historia y su pequeña historia. Con la primera se confeccionan los anales y se conforman las efemérides;  se redactan libros de texto y se llenan discursos académicos y oficiales; se incorpora al turbión colectivo y sirve de acicate y ejemplo. Con la otra,  condenada al olvido,  obligada a transmitirse a lo sumo de boca en boca, se escriben novelas y se enhebran páginas como esta.

¿Cuántos de los miles de transeúntes –cubanos y no-  que a diario bajan y suben por La Rampa conocen los antecedentes de este pedazo de vía que es, desde hace varias décadas, el corazón de La Habana?

Es el tramo de la avenida 23 que corre desde Infanta hasta la calle L, en el Vedado. O lo que es lo mismo: los 500 metros que se extienden desde el lugar donde radica el Ministerio de Comercio Exterior hasta donde se halla el hotel Habana Libre.

Hay una foto aérea de La Rampa cuando todavía no lo era. Se tomó hace algo más de 80 años desde el mar. A la izquierda se ve el edificio del cabaret Montmartre, y, a la derecha, el del Hotel Nacional. Pero ninguno de ellos se ubica propiamente en La Rampa.

¿Qué se observa entonces en la fotografía? Nada. Casi nada… A la derecha, el edificio del actual Ministerio del Trabajo, más arriba, el ya desaparecido edificio Alaska, construido en 1930, y en la acera de  enfrente el edificio de la funeraria Caballero. Nada más. Veinte años después de esa foto, se toma otra desde la misma perspectiva, y ya La Rampa es La Rampa.

La Habana de 1909 terminaba prácticamente en Infanta. Todavía en 1916, esa calle era de tierra a partir de Carlos III. Entonces la avenida 23 llegaba hasta L. Fue en tiempos del presidente Menocal que Infanta y 23 se encontraron.

El propietario de los terrenos que bordean La Rampa era Bartolomé Aulet y construyó su vivienda en el fondo de un hoyo cercano a lo que hoy es la sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Cuando fallece, a comienzos de la década del 40, deja a su sobrina Evangelina como única heredera. Pero la muchacha, según una de las cláusulas del testamento, no podría disponer de sus propiedades hasta 1975.

Evangelina no esperó tanto. Se buscó a un buen abogado y este encontró apoyo en el coronel José Eleuterio  Pedraza, segundo hombre fuerte de la Cuba de entonces, y entre los dos convencieron a un juez venal de lo injusto y arbitrario de la voluntad del muerto. Dicho y hecho: la sobrina y sus compinches se enriquecieron de la noche a la mañana.

El italiano Amadeo Barletta fue de los primeros compradores. Fascista, agente de Benito Mussolini y organizador de las Camisas Negras en La Habana, este personaje había sido expulsado de Cuba durante la Segunda Guerra Mundial y reapareció en 1946 como representante de la General Motors.

Foto: Cubadebate.

Era, se dice,  jefe de una de las cuatro grandes familias mafiosas que operaron en Cuba hasta 1959. Tenía múltiples empresas tapaderas: Unión Radio, el periódico El Mundo, el canal 2 de la TV… y por supuesto, la Ámbar Motors, que radicó en el edificio del actual Ministerio de Comercio Exterior, donde había numerosos bufetes y oficinas, y radicaban los distribuidores de las automóviles Cadillac, Oldsmobile y Chevrolet.

Sería Goar Mestre, el todopoderoso propietario de la CMQ, quien se percató antes que nadie de las posibilidades de La Rampa. Se decidió por este lugar desoyendo las sugerencias de los que le aconsejaban que edificara Radio Centro en la  esquina de Monte y Prado.
Mestre pensó que si construía en La Rampa el edificio de su empresa, los terrenos aledaños se revalorizarían y la zona se poblaría de inmediato.  Radio Centro se inauguró el 12 de  marzo de 1948.

Poco antes, el 23 de diciembre de 1947, había abierto sus puertas el teatro Warner, hoy cine Yara, con una función de gala a la que asistió el presidente Grau San Martín. Se exhibió la película norteamericana  Night and Day  y la entrada al teatro costó diez pesos. La recaudación se donó íntegra a una institución benéfica.

A partir de entonces La Rampa, que se llama así por su acentuada inclinación, se edificó en un abrir y cerrar de ojos: edificios de apartamentos, como el Retiro Médico con sus murales pintados por Lam, restaurantes y centros nocturnos, agencias de publicidad.

Se dice que una de las formas de medir la actividad comercial de una zona son los bancos que se establecen en ella. Siete entidades bancarias o sus sucursales se asentaron en La Rampa y otras más lo hicieron en sus proximidades.

Resulta imposible hablar de La Rampa sin aludir a la colección de obras de arte que forma parte de sus aceras: una muy buena selección de pintura cubana está en esas losas de granito, cada vez más deterioradas por  la suciedad y la ignominia.

Tampoco puede hacerse sin mencionar al Pabellón Cuba. Se construyó en 70 días en 1963, y sus arquitectos Juan Campos y Enrique Fuentes proyectaron una obra abierta a la brisa y a la perspectiva; un alarde de arquitectura aérea donde las suaves pendientes avanzan entre la vegetación y el agua cristalina. (Fuente: Cubadebate)

 



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