Por: Marilys Suárez Moreno
La Habana, 25 oct (RHC) Máximo Gómez, el Generalísimo del Ejército Libertador, el dominicano internacionalista, fue ante todo un estratega genial. Era un talento de la guerra, un hombre recio y de gran nobleza, además de un padre ejemplar.
A Cuba arribó en 1865, y 3 años después integraba las filas del movimiento emancipador.
De mirada viva y penetrante, delgado cuerpo, y nervios a prueba de cada campaña, condujo a las fuerzas cubanas en memorables combates. Pino de Baire, donde encabezó la primera carga al machete, La Sacra, Palo Seco, Las Guásimas y Mal Tiempo lo ganaron para la historia.
Símbolo de las virtudes del guerrero, el Generalísimo Máximo Gómez era, por demás, un soldado leal a Cuba y un hombre tierno y enamorado.
Martí y Gómez
Protagonista de las dos grandes guerras patrias, Gómez fue un combatiente intrépido, exigente y férreo, convencido siempre de la causa que defendía. “En una guerra –decía- un hombre es un número; la idea lo es todo”.
Al caer Ignacio Agramonte en Jimaguayú, el Generalísimo fue llamado para cubrir la vacante que dejaba el Bayardo en el mando de la División del Centro.
Meses antes de la proclamación del Partido Revolucionario Cubano se unió a José Martí, con quien desembarcó en Cuba tras el estallido de la Guerra Necesaria.
Antes pudo reunirse con él en su finca La Reforma, de República Dominicana y acordar juntos asuntos trascendentales para el futuro de la guerra, a la que consagró todas sus fueras e intelecto. Su plan de invasión sí se ejecutó esa vez, y junto a Maceo, Gómez realizó la hazaña militar que asombró a todos.
Espada invicta
La invasión, con Gómez y Maceo burlando trochas y usando genialmente la guerra de guerrillas, fue un hito. La campaña invasora logró plenamente su cometido: en todas las regiones de Cuba prendió la llama de la guerra y fueron destruidas las principales fuentes de riqueza de la metrópoli.
La historia militar del Generalísimo -escribió José Miró Argenter- se halla tan estrechamente unida a los fastos gloriosos de la rebelión de Cuba, que bien puede decirse que él la escribió toda con su espada invicta.
El triunfo, escamoteado por el imperio, le dolió fuerte al recio mambí, calificado por el enemigo como el primer guerrillero de América.
Viejo y enfermo, falleció el 17 de junio de 1905, quien entre los trajines y vicisitudes de la guerra, cargas al machete y campañas invasoras, fue ganándole nuevas batallas al tiempo y a la historia. (Fuente: Radio Reloj)