Piedras que abrigan una leyenda de amor

بقلم: Maria Calvo
2020-08-10 18:04:07

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por María Calvo

Entre las leyendas del poblado de Santa Cruz del Norte las más conocida y repetida de generación en generación entre sus habitantes, es la de El Peñón del Fraile y La Monja.

Dos elevaciones costeras situadas a la entrada de la playa de Jibacoa en la actual provincia de Mayabeque guardan la historia de un amor prohibido.

La piedra de la monja es una escultura natural, obra de la naturaleza como producto de la erosión marina que se observa desde distintos puntos de la costa, centinela del sol en el amanecer en espera del atardecer y vigía de la luna.

 

A lo lejos se divisa la roca con la silueta de El fraile, gallardo, firme y arrogante, guardando siempre una discreta y respetuosa distancia.

La tradicional historia de la región cuenta que hubo en Santa Cruz del Norte, un hombre y una mujer que vivieron hace muchos años en esa localidad de la costa norte que se amaron intensamente, pero vieron frustrados sus amores por los prejuicios familiares de la época.

Día tras día se veían a escondidas junto al mar, y mientras el agua acariciaba sus pies descalzos, ambos lloraban su pena.

Ya desesperados, pero jurándose amor eterno decidieron, él ingresar a un monasterio y ella, a un convento, él se hizo fraile, ella, monja.

Como tributo a su romance destruido, no podían dejar de acudir todos los días a la orilla del mar, distantes, sin mirarse, guardando respeto a sus votos religiosos.

Cuenta la leyenda que un día, por un designio oculto y sobrenatural, quedaron ambos convertidos en piedra, mientras contaban sus penas al mar.

De esta forma, son ellos los dos peñones que cautivos de un amor imposible guardan celosamente el tesoro natural de la playa de Jibacoa en Santa Cruz del Norte.

Según  la fantasía, en las noches de Luna, ya muy tarde, el fraile lentamente abandona su sitio y se dirige a saludar a la monja, se acerca a ella y respetuosamente le besa la mano. Luego, se retira, callado, y regresa a su sitio.

Un par de enamorados, son hoy dos elevaciones que se alzan a ambos lados de la ensenada de Jibacoa. (Recopilación Internet)



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