Foto: periódico Trabajadores
Por Martha Ríos (RHC)
De episodios heroicos está hecha la historia cotidiana del pueblo cubano. Todos, más o menos difundidos son los cimientos en que se empinan las generaciones, presente y futura, que habitan esta isla.
Los hechos a los que me referiré inscritos están en la memoria del deporte revolucionario como una de sus mayores hazañas.
Todo comenzó en 1965 cuando se preparaban los Décimos Juegos Centroamericanos y del Caribe, para el año siguiente, en Puerto Rico.
Como éste es un Estado Libre Asociado, inmediatamente, Washington intentó prohibirles a los organizadores que invitaran a Cuba.
El reglamento de la competencia no permitía excluir a ningún país del área. Llegado el momento, la súper potencia le negó la visa a nuestros deportistas para el evento que sería entre el 11 y el 25 de junio de 1966.
Gracias a las múltiples protestas que eso generó en el mundo y también después de muchas gestiones, les otorgaron el permiso a los atletas cubanos, con la condición de que no podían llegar a San Juan en nuestros medios de transporte.
Nada, deseos de… mortificar, y sobre todo de humillarnos y despreciarnos porque teníamos una Revolución en el poder que nos hacía plenamente SOBERANOS.
Cuentan que ante tantos obstáculos, nuestro líder, Fidel Castro (1926-2016) tomó una sabia decisión. Mandó a acondicionar el buque de carga ‘Cerro Pelado’ para que la delegación cubana viajara cómodamente en él y hasta pudiera entrenar en todas las disciplinas: ciclismo, atletismo, boxeo…
El miércoles 8 de junio de 1966, a las 10:45 pm zarpó la embarcación del puerto de Santiago de Cuba, con casi 400 personas a bordo rumbo al ansiado destino: los Décimos Juegos Centroamericanos y del Caribe que comenzarían tres días después.
Al frente de la misión deportiva iba José Llanusa. El timonel del barco era Onelio Pino, uno de los que condujo, en 1956, el yate Granma con 82 expedicionarios, desde Tuxpan, México, hasta las Coloradas, en el oriente de Cuba.
La travesía del ‘Cerro Pelado’ resultó bastante incómoda. Todo el tiempo la nave estuvo asediada por vuelos rasantes de aviones estadounidenses.
Fue entonces que el 10 de junio, nuestra delegación denunció ante el mundo el ilegal proceder del Departamento de Estado Norteamericano, y proclamó el derecho de los cubanos a participar en los Juegos, aunque tuvieran que llegar nadando a San Juan.
El documento se conoce como “Declaración del Cerro Pelado”, y hasta lo pusieron en la cubierta del buque.
¿Qué pasó después? Bueno, pues que la embarcación tuvo que quedarse a casi cinco millas de Puerto Rico, y al amanecer del 11 de junio todos fueron trasbordados a un remolcador, en alta mar, en condiciones bastante peligrosas.
Luego desembarcaron en lanchas con banderas puertorriqueñas, no estadounidenses como querían los yanquis.
Finalmente, nuestros deportistas llegaron a tiempo a la ceremonia inaugural, vestidos de blanco, con la frente erguida y enarbolando nuestra enseña nacional en el Estadio Hiram Bithorn. Eran héroes. El pueblo borinqueño los ovacionó.
Como si hubieran sido pocos los contratiempos, durante las competiciones los enemigos de la Revolución los provocaron constantemente.
A pesar de todo, la cosecha fue de 78 medallas: 35 de oro, 19 de plata y 24 de bronce que los colocó en un segundo lugar por países.
Pero, no caben dudas, los del ‘Cerro Pelado’ subieron al más alto podio donde sólo están las glorias del deporte cubano.