No tuvo prohibiciones en su niñez. Jugó con los juguetes que quiso, se vistió según sus deseos y escuchó la música de los Beatles que siempre le apasionó. No obstante, Teresa de Jesús Fernández González, directora de la editorial del Centro Nacional de Educación Sexual -Cenesex-, llegó a la adolescencia sabiendo que no era, ni sentía, como las demás.
“Mis padres —contó desprejuiciada a CubaSí— nunca me obligaron a ser de alguna manera, por supuesto, ellos notaban cambios, pero no hicieron por alimentarlos, ni por impedirlos”.
A fines de la década de los años 70, mientras estudiaba en el entonces Instituto Pedagógico Enrique José Varona, abandonó las aulas universitarias, “acusada” de tener ciertos “amaneramientos”.
Así, con la vergüenza a un lado y el dolor en otro (incluso físico), Teresa se vio en la disyuntiva de que allí no podía estudiar más. En 1980 ingresó en la Universidad de La Habana para estudiar Filología, una carrera que siempre había preferido, pero a la cual renunció por la necesidad de maestros y su condición de militante de la UJC.
La también coordinadora de la red de mujeres lesbianas y bisexuales del Cenesex, señaló que finalizando los años 80` marchó a Italia donde vivió por alrededor de 25 años en las islas de Cerdeña y Sicilia, mientras se ganaba la vida como profesora universitaria.
Allá, leyendo la prensa digital y otros medios alternativos, la filóloga de profesión, también escritora, descubrió que en Cuba —el país al que ansiaba regresar— se abrían otros horizontes para la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales).
“Una de las cosas que me hacen retornar es que empiezo a leer y a ver a través del blog Paquito el de Cuba, y de otros, todo un segmento de cambios. Sentí que en Cuba se les daba derechos a las personas como yo y, sobre todo, se hablaba desde posiciones de inclusión y de respeto.
“Pensé que me encantaría compartir esas experiencias, estar sentada en el Pabellón Cuba durante una de las jornadas contra la homofobia y la transfobia. Sentí que todo me importaba y mientras eso sucedía (y por casualidad) la Asociación de Amistad Italia-Cuba, de la ciudad de Sassari, en Cerdeña, me solicitó que contactara con Mariela Castro Espín, directora del Cenesex, a propósito de la publicación en aquel entonces de su libro ¿Qué nos pasa en la pubertad? “Contacté con ella y después la acompañé durante su recorrido por varios lugares de esta isla.
En esos días conversamos mucho e interioricé que era un buen momento para el regreso. En aquella oportunidad Mariela me dijo que si yo lo concretaba se lo hiciera saber y me ofreció trabajo en el Cenesex.
“Pasaron dos o tres años, y a mi regreso nos encontramos en la Uneac. Entonces me explicó que el centro tenía una editorial, ese era un lugar para mí. Así que empecé a laborar aquí en el 2012”.
¿A partir de cuándo te diste cuenta que eras homosexual?
“Fue alrededor de los 17 años cuando sentí que estaba enamorada de una muchacha. Nunca le dije nada y un día ella me dio un beso. Ya sabía que existían los homosexuales, las mujeres lesbianas, los hombres gays, y todos ellos eran nombrados de una forma muy desagradable.
“La gente decía, y aún lo hace, cosas espantosas, y ¡claro una no quiere ser ese monstruo! Fue una etapa muy difícil. Luego tomé conciencia real del asunto y supe que no estaba equivocada. Era una mujer que gustaba de las mujeres, simplemente una lesbiana, palabra bellísima que proviene de Lesbos*, una isla de Grecia donde Safo tenía su escuela para las jóvenes, y se enseñaba poesía y canto. Si antes hubiera conocido esa palabra me hubiese sentido felicísima”.
¿Cuándo sentiste la discriminación en carne propia?
“Cuando estudiaba en el Pedagógico; en aquel entonces me dijeron que yo tenía problemas de amaneramiento, pues no usaba faldas, ni tacones, no me ponía aretes, ni me pintaba. Por supuesto, me sentí muy mal, y todo eso me dejó muchísimas secuelas.
“A partir de este suceso me propuse que no iba a negar mi orientación sexual y siempre iba a defender que me respetaran por lo que soy, un ser humano y una profesional. Es decir, esa experiencia tan negativa me fortaleció muchísimo, y después tomé conciencia de que era importante luchar contra las actitudes homofóbicas y transfóbicas y de la necesidad del activismo”.
¿Cómo se crea la red de mujeres lesbianas y bisexuales?
“Esta red surgió hace más de una década y en la actualidad yo la coordino. El Cenesex cuenta con varias redes sociales comunitarias que agrupan a activistas.
Por ejemplo, tenemos la de jóvenes por la salud y los derechos sexuales, la de humanidad por la diversidad, y otras que desde sus perspectivas e intereses promueven el respeto de los derechos sexuales, al trabajo digno, a la plena inclusión, al matrimonio, a la reproducción asistida. Son derechos que otros tienen por el hecho de ser heterosexuales.
Las redes están en sintonía con una de las líneas de trabajo del centro que es la inclusión plena de las personas que integran la comunidad LGBTI”.
A propósito de estarse celebrando la 9na. Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia — esta vez dedicada por segunda ocasión al reclamo por espacios laborales sin homofobia ni transfobia—, ¿cuánto puede hacer la red que coordinas por la inclusión laboral de las mujeres lesbianas?
“Podemos aportar mucho, a la red se acercan también mujeres que han sufrido en su centro de trabajo algún tipo de discriminación o se les han aplicado medidas disciplinarias que, evidentemente, han sido expresión de una fuerte homofobia por parte de las personas que toman decisiones.
“Ellas buscan cómo denunciar esas realidades y siempre alguien les indica de cómo llegar al Cenesex. Después me entrevisto y las oriento en el caso de que deban consultar a algunos de nuestros asesores jurídicos”.
¿Cuánto crees que en los últimos años ha avanzado Cuba en este tema?
“Lo primero es que ya se reconoce que las personas de la comunidad LGBTI son ciudadanos de tan primera categoría como los heterosexuales. También se ha avanzado respecto a la aceptación como militantes del Partido, organización política que no debe discriminar a alguien por su orientación sexual e identidad de género.
“No soy militante del Partido, pero milito en las filas de Cuba. Siento respeto por la historia de mi Patria, por una nación que se equivoca y rectifica. Creo que eso es un ejercicio muy importante.
“No obstante, todavía quedan expresiones homofóbicas, lesbofóbicas, mucha violencia en ese sentido. Hay quienes piensan que por ser heterosexuales son superiores a los demás y aún hay decisores que no comprenden la importancia de incluir a las personas LGBTI en cada una de las políticas y programas sociales”.
¿Te hace feliz ser homosexual?
“Si volviera a nacer sería como soy, me reconozco ciento por ciento una mujer lesbiana. Ahora muy reconciliada y tranquila por mi orientación sexual. Para mí hoy eso no es un problema. Soy feliz así y tengo pareja hace ya bastantes años”.
Por: Annaly Sánchez/CubaSí