El sucio historial de la USAID en nuestra región

بقلم: Maria Calvo
2016-09-15 13:40:16

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por Guillermo Alvarado

Creada en 1961, en pleno auge de la guerra fría, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Usaid, por sus siglas en inglés, es el principal instrumento de penetración imperial en todo el planeta y, de manera particular, ha dejado una larga y sucia huella en nuestra región, donde ha contribuido a realizar golpes de Estado, desestabilización y los intentos por la construcción de un pensamiento acorde con los intereses de Washington.

La periodista estadounidense Eva Golinger asegura que el principal antecedente de esta entidad es el llamado Plan Marshall, creado después de la Segunda Guerra Mundial con el supuesto objetivo de contribuir a la reconstrucción de Europa, pero que en la práctica fue la manera en que la nación norteña mantuvo el control de buena parte de ese continente, bajo el principio mercantil de que “el que paga, manda”.

En una primera etapa la Usaid era la herramienta para apaciguar los ánimos tras las intervenciones militares, generalmente con un elevado costo de daños y víctimas civiles, y de la injerencia de la diplomacia estadounidense para torcer los destinos de países considerados enemigos por su política interna y exterior.

Así, después de acallarse los cañones tras una invasión armada, esta agencia entraba con programas de inversión para la empresa privada y algún dinero que diera aliento a los planes gubernamentales de educación, salud, vivienda y otros programas de servicios públicos. La clásica aspirina después del garrotazo en la cabeza.

La caída del campo socialista europeo en los noventa del siglo pasado hizo cambiar el papel de la Usaid. La “amenaza comunista” dejó de ser un pretexto creíble para justificar acciones armadas y se dio paso a una nueva forma de intervención.

Con el pretexto de la ayuda humanitaria, la agencia financia, dirige y controla planes, programas y proyectos vinculados con aspectos tan disímiles, como el desarrollo de la agricultura, la democracia y la gobernabilidad, el crecimiento económico y el comercio, la educación básica y superior, el medio ambiente y las alianzas mundiales para preservar el nuevo orden mundial capitalista.

Tras la llegada al poder en Venezuela del presidente Hugo Chávez y el inicio de la Revolución Bolivariana, que inspiró a otros gobiernos progresistas en la región, la Usaid se convirtió en punta de lanza para neutralizar estos movimientos.

Estuvo tras el frustrado golpe de Estado en Venezuela en 2002; en la ruptura de la institucionalidad en Haití en 2004: la intentona contra Evo Morales en Bolivia, en 2008, la asonada contra Manuel Zelaya, en Honduras, en 2009; el intento de cuartelazo en Ecuador, en 2010; el golpe parlamentario en Paraguay que despojó del poder a Fernando Lugo en 2012; y habrá que buscar su larga mano en la destitución de la presidenta legítima de Brasil, Dilma Rousseff, hace pocos días.

Con su brazo ejecutivo, la Oficina de Iniciativas para la Transición, creada luego de la disolución de la Unión Soviética, la Usaid es responsable de numerosos desmanes, que motivaron su expulsión de Bolivia en 2013, un acto valiente que fortaleció la soberanía de ese país y que debiera servir de ejemplo en toda la región.



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