Colombia: La paz no ha muerto

بقلم: Maite González Martínez
2016-10-04 10:12:58

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Por: Guillermo Alvarado

Aunque hubo en Colombia, y fuera de allí, quienes saludaron y hasta festejaron la imposición del No en el plebiscito para decidir sobre los acuerdos del gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, hay que decir que ese pacto, si bien sufrió un traspiés, no ha muerto ni está derrotado.

Así lo demostraron con mucha madurez Santos y el líder rebelde Timoleón Jiménez, cuando reiteraron su voluntad de mantener el cese del fuego bilateral y continuar la búsqueda de los mecanismos para terminar un conflicto de más de medio siglo, que ha dejado 250 mil muertos, unos 50 mil desaparecidos y 8 millones de desplazados.

Por supuesto, tras el impacto de la inesperada noticia se abren dos grandes interrogantes: ¿qué sucedió este domingo en Colombia?, y ¿qué va a pasar ahora?

Con los elementos de que se dispone en estos momentos ya se pueden analizar algunos hechos que conviene tener en mente.

Lo primero es la paradoja de que la fuerza principal en esta consulta, el voto urbano, iba a decidir sobre una guerra que no vivió en carne propia, como si lo hizo la población rural, poco acostumbrada, sin embargo, a acudir a las urnas. Los resultados así lo evidencian: grandes ciudades, como Medellín y Bucaramanga, marcaron la ruta del No, mientras en el campo la opción del Si se impuso de manera amplia.

Así ocurrió, por ejemplo, en el Cauca, con el 68 por ciento votando por el Sí; el Chocó, con el 80; Putumayo, 66 y en Vaupes, 78 de cada cien personas apoyaron los acuerdos.

No obstante, este fue un sufragio minoritario respecto a las urbes, donde la guerra sólo era una noticia reflejada de manera parcial y tendenciosa por los medios.

Y hablando de ellos, hay que destacar el papel que jugaron durante la breve campaña previa al plebiscito. Sin excepción las grandes empresas mediáticas se dedicaron a satanizar a las FARC-EP, algo que en realidad venían haciendo hace tiempo.

Con pérfida habilidad, los enemigos de la paz ejercieron una influencia en un sector que se sabe que es susceptible de cambiar su pensamiento bajo el poder de la prensa, el habitante urbano, cuyo voto sería decisivo, como al final ocurrió.

Faltó, quizás, un esfuerzo pedagógico del gobierno y las organizaciones sociales y flota en el ambiente la pregunta de si fue correcto organizar la votación más importante en la historia del país, sólo seis días después de la firma de los acuerdos.

Sobre lo que está por delante, se debe recordar que el plebiscito sólo fue vinculante para el presidente de la República, no para el Estado colombiano en su conjunto. Esto quiere decir que, si bien se necesitará más esfuerzo y tiempo, otras entidades, como el Congreso, la Corte Constitucional o la Corte Suprema de Justicia, pueden retomar la conducción del proceso y llevarlo a la práctica.

Tampoco se descarta convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para hacer de un tirón todas las reformas necesarias, una idea ambiciosa, aunque no exenta de riesgos.

De lo que se puede estar seguro en este instante es que, con la voluntad política de las partes, más el decidido apoyo de la comunidad internacional, la paz en Colombia vive, no ha muerto, como quisieran muchos que lucran con la violencia. FIN



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