por Guillermo Alvarado
A pesar de un entorno internacional sombrío y adverso, Bolivia cerrará este año con una economía fortificada y un crecimiento de 4,5% de su Producto Interno Bruto, PIB, gracias a las novedosas y acertadas políticas aplicadas por el gobierno que preside Evo Morales.
Desde que asumió el poder en 2006 Morales abandonó la senda del neoliberalismo aplicado a ultranza por sus antecesores, que hundieron al país en la pobreza y la inestabilidad mientras los beneficios de las enormes riquezas naturales de la nación escaparon hacia el exterior para engordar jugosas cuentas de transnacionales y no pocos funcionarios corruptos.
El modelo económico aplicado por el gobierno del Movimiento al Socialismo rompió con las medidas anteriores y también demostró algunas falacias que los teóricos del capitalismo habían insistido en difundir para asustar cualquier intento progresista.
Lo primero que se hizo fue nacionalizar los recursos del país, fundamentalmente los hidrocarburos, para contar con los recursos propios necesarios en la edificación de un programa que puso en primer lugar los intereses de la población, de manera particular los más necesitados, como los indígenas, los campesinos y los obreros.
Contrario a la teoría de que cualquier nacionalización disminuye la capacidad de crecimiento, Bolivia consiguió un abultado incremento de las reservas internacionales y el ahorro interno, además de multiplicar por cuatro el PIB en los últimos 10 años.
Las reservas financieras del país equivalen al 38% del PIB, que alcanza los 38 000 millones de dólares, y el ahorro interno se elevó a la cifra sin precedentes en la historia nacional de 48 000 millones de dólares, lo cual significa un magnífico recurso para enfrentar por un tiempo largo cualquier situación adversa.
Gracias al fortalecimiento del consumo interno por la redistribución de la riqueza, Bolivia evitó quedar a merced de los vaivenes de los precios de las materias primas en el mercado internacional y de esta manera, mientras otras economías dentro y fuera del continente se derrumbaron, allí siguieron la senda del crecimiento.
En esta década se rompieron otros mitos. No hubo una fuga masiva de capitales y la inversión extranjera directa no sólo se mantuvo, sino que se incrementó por la confianza que se tiene en la conducción del gobierno y lo acertado de sus medidas.
Es cierto que hubo algunos daños, entre ellos un crecimiento del desempleo, pero se toman las medidas para crear suficientes puestos de trabajo destinados a quienes arriban a la edad laboral y para quienes están en el paro.
Se adoptaron programas especiales para niños, ancianos y mujeres embarazadas y el mismo Banco Mundial tuvo que reconocer que se logró un incremento del 40% en los ingresos de la población más pobre. La inversión pública creció de los 879 millones de dólares en 2006, hasta 6 396 millones previstos este año.
En estos momentos Bolivia está en posibilidades de encarar cualquier reto, porque se ha adueñado de su destino gracias a una gestión eficaz, que no está sujeta a ninguna norma ortodoxa y opta por la creatividad inteligente con una sola meta, lograr el máximo de bienestar para toda la población, sin excluidos ni abandonados.