por María Josefina Arce
Los escándalos no dejan de sacudir al gobierno del golpista Michel Temer. Desde que asumiera de manera poco transparente la presidencia de Brasil, los casos de corrupción que apuntan a miembros de su gabinete o a allegados no han dejado en paz al jefe de estado, cuyo futuro en el ejecutivo muchos se cuestionan.
Lo paradójico de esta situación es que el entonces vicepresidente Temer accedió a la jefatura de estado a través de un golpe parlamentario contra la presidenta constitucional Dilma Rousseff, por supuesta violación de normas fiscales, una falta que no ha sido probada y que además no constituye un crimen de responsabilidad, condición indispensable para un juicio político.
Sin embargo, el hecho es que diferentes miembros del gabinete de Temer, nombrados un día después de la inconstitucional acción contra Rousseff, se han encontrado vinculados a casos de corrupción, una situación que ya tiene harta a la sociedad brasileña.
Las principales ciudades del país fueron escenario nuevamente este fin de semana de jornadas de protestas contra la corrupción y en apoyo a los investigadores del caso Petrobras, en momentos en que el país vive un crudo enfrentamiento entre el Poder Judicial y el Congreso, que busca poner coto a las indagaciones para protegerse de las acusaciones.
El primer ministro en renunciar fue Romero Jucá, de Planificación, señalado como uno de los personajes que intentara frenar la investigación en la estatal petrolera Petrobras meses antes de asumir la cartera.
Le siguió el ministro de Transparencia, Fiscalización y Control, Fabiano Silveira, involucrado también en el mismo escándalo cuando su institución se supone es la principal para combatir la corrupción.
El caso también provocó la renuncia del titular de Turismo, Henrique Eduardo Alves.
En los días finales de noviembre dejó su puesto el secretario general de la Presidencia, Guedel Vieira Lima, mano derecha de Temer, en medio del escándalo causado por tráfico de influencias.
Guedel Vieria Lima es el sexto ministro que renuncia al cargo en seis meses del gobierno de Temer, alcanzado directamente por el escándalo.
La realidad es que tras estos sucesos se ha manchado aún más la imagen de un gobierno antipopular, llegado al poder sin obtener un solo voto en las urnas, y que nació de las patrañas tejidas contra el Partido de los Trabajadores y contra la presidenta elegida democráticamente en las urnas por más de 54 millones de brasileños.
Temer, el vicepresidente que llegó a jefe de estado de manera nada limpia, está cada vez más debilitado y muchos se preguntan si será capaz de concluir su mandato, cuestionado no solo por los escándalos de sus allegados, sino por millones de brasileños amenazados por el programa neoliberal que quiere volver a implantar en el país sudamericano, que ya vio como han sido congelados por 20 años los gastos sociales.
El hecho es que cada día se escucha con más fuerza el pedido de elecciones generales, en medio de la profundización de la crisis política que envuelve a Temer, curiosamente ya nombrado en tres escándalos de corrupción, el primero de los cuales se remonta al 2009.