ALBA-TCP, doce años de esperanzas

بقلم: Maria Calvo
2016-12-14 12:44:21

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por Guillermo Alvarado

El 14 de diciembre de 2004 nació en La Habana la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, creada por los presidentes de Cuba, Fidel Castro, y de Venezuela, Hugo Chávez, como una alternativa a los programas de dominación y control aplicados por Estados Unidos en nuestra región.

De manera particular, el novedoso mecanismo de integración representó una esperanza ante el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, un proyecto de Washington para apropiarse de las riquezas de los países de América Latina y El Caribe e impedir el crecimiento de las principales economías en el sur del continente.

Uno de los primeros programas del ALBA fue el Tratado de Comercio de los Pueblos, TCP, que tiene sus fundamentos en la solidaridad, la complementariedad de las economías y la cooperación, reglas muy diferentes a la competencia y el afán de lucro de los planes impulsados desde el norte de la región.

Se trata de un comercio justo, donde se respeten y compensen las asimetrías y diferencias entre los socios con el fin de generar un desarrollo armónico.

Con el paso de los años se incorporaron al ALBA otros países como Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Dominica, Santa Lucía, Granada, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda y San Cristóbal y Nieves.

Honduras fue miembro fugaz del grupo, pero tras el cuartelazo contra el presidente Manuel Zelaya las nuevas autoridades retiraron la membresía, lo cual significó un severo retroceso en las condiciones de vida de esa población.

Y es que el ALBA está lejos de ser nada más que un mecanismo de integración y comercio y se compromete profundamente con mejorar el nivel de vida y bienestar de las personas, incluso más allá de las fronteras de sus miembros.

Hace dos años, cuando se conmemoró el décimo aniversario de esta alianza, se dio a conocer que más de 1,3 millones de pacientes con discapacidades físicas y neurológicas fueron atendidas, en tanto que la Misión Milagro, uno de los proyectos de gran impacto humanitario, devolvió o mejoró la vista a decenas de millones de habitantes de escasos recursos de América Latina, El Caribe, Asia y Africa.

Si bien la Misión Milagro antecedió en unos meses a la creación del ALBA, su eficacia se potenció gracias a este programa.

Por medio de la Alianza Bolivariana se coordinó la ayuda a los afectados por el terremoto en Haití en enero de 2010 y la posterior epidemia de cólera que aún devasta a esa nación, víctima también de peligrosos fenómenos meteorológicos.

Qué decir del programa Yo, si puedo, que entregó a millones la luz del conocimiento que les estaba vedado por sistemas injustos y excluyentes.

De allí que no resulte raro que la derecha recalcitrante y los intereses más retrógrados de Estados Unidos se esfuercen por llenar de obstáculos el camino del ALBA, que arriba a una docena de años con una extensa hoja de servicios, dispuesta a mantener su ritmo creciente, sin prisas, pero sin pausas, demostrando que es posible hallar otra manera de hacer las cosas, de construir un mundo nuevo, donde quepan todos, con sus diferencias y sus grandes coincidencias; de ser una ruta, una guía, una esperanza.



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