por Guillermo Alvarado
Este jueves comenzarán en El Salvador las actividades de conmemoración por el aniversario 25 de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, que pusieron fin a un conflicto armado interno de 12 años de duración que dejó unos 80 000 muertos y más de un millón de desplazados en el país más pequeño de América Central.
Si bien el enfrentamiento está ubicado entre octubre de 1979 y enero de 1992, sus antecedentes están en la primera mitad del siglo pasado, cuando tras derrocar al gobierno de Arturo Araujo, en diciembre de 1931, el general Maximiliano Hernández dio inicio a una cadena de regímenes militares que se extendieron durante casi 50 años y favorecieron la concentración de la tierra y las riquezas en pocas familias.
En 1932 el país vivió un levantamiento campesino en cuyos preparativos participó Farabundo Martí, quien fue capturado por el gobierno y fusilado en febrero de ese año, junto a dos estudiantes. El movimiento revolucionario salvadoreño adoptó el nombre de este dirigente del Partido Comunista para nominar al frente que agrupó desde 1980 a varias organizaciones insurgentes.
Durante la guerra el ejército gubernamental, con el apoyo de los sectores más conservadores de Estados Unidos y la derecha regional, perpetró numerosas atrocidades, entre ellas las masacres de La Quesera y el Mozote, el asesinato del obispo de San Salvador, Arnulfo Romero, así como la muerte de seis sacerdotes jesuitas, crímenes que conmovieron a la comunidad internacional.
De acuerdo con la Comisión de la Verdad de la ONU, las fuerzas del gobierno fueron directamente responsables del 85 por ciento de las violaciones a los derechos humanos durante el conflicto.
En 1990 los dos contendientes comenzaron a negociar bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas, hasta que el 16 de enero de 1992 en el Castillo de Chapultepec, en la capital de México, se firmaron los acuerdos que establecían la disolución de las guerrillas para convertirse en un partido político, así como la desarticulación de los escuadrones de la muerte y la reestructuración de las fuerzas armadas y la creación de una policía nacional civil.
El costo humano de la guerra fue terrible, pues en un pequeño país que en 1980 tenía cuatro millones y medio de habitantes casi el dos por ciento perdió la vida, medio millón se desplazó internamente, una cifra igual buscó refugio en el exterior y centenares de miles recibieron heridas físicas o psicológicas de gravedad.
Si bien la derecha siguió gobernando al país por medio de la conservadora Alianza Republicana Nacional, de manera paulatinael Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, fue ganando más diputados y alcaldías, hasta que en 2009 se impuso en las elecciones presidenciales con el periodista Mauricio Funes.
En 2014 el excomandante guerrillero y firmante de los Acuerdos de Paz, Salvador Sánchez Cerén, se convirtió en el segundo presidente del FMLN, que ha iniciado una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas encaminadas a erradicar por completo las causas que originaron la guerra.