por Roberto Morejón
Con toda lógica y justificación la comunidad internacional condena el reciente ataque en Londres, atribuido al autodenominado Estado Islámico, hecho vandálico que aconseja, una vez más, reunir todos los recursos para frenar el terrorismo en todas sus formas y procedencias.
Junto a las condolencias y solidaridad con los británicos, en especial con las familias de los fallecidos y lesionados, una corriente de opiniones destaca la coincidencia del acto brutal en Londres con el aniversario de otro cometido en Bélgica un año antes, con 32 víctimas mortales.
Tampoco pasa inadvertido el móvil de los atacantes de crear el pánico en un sitio clave, el puente de Westminster, lugar muy concurrido por turistas extranjeros.
Se dan por sentadas la premeditación y crueldad de los autores, sin reparos en seleccionar como blanco a personas inocentes.
Ahora bien, el repudiable ataque frente al Parlamento británico debe motivar además la meditación sobre el imperativo de hacerle frente a todas las manifestaciones de terrorismo.
Ahora que tanta publicidad recibe este atentado por cometerse en el corazón de Gran Bretaña, es oportuno cuestionar todos los hechos de esta naturaleza, sean en Francia, Bélgica, Turquía, Pakistán, Nigeria o Siria.
Con demasiada frecuencia se reportan atentados en países del Sur que, por continuados, son vistos como parte de una alegada “rutina”, censurable, sí, pero con moderación.
Si bien el autodenominado Estado Islámico se caracteriza por sus métodos crueles, otros grupos también acuden a la violencia extrema para consumar sus propósitos, apoyados incluso por diversos Estados.
Cuando se requiere unidad mundial contra el terrorismo debe reiterarse la voluntad inquebrantable de luchar contra esas manifestaciones en todos sus actos, métodos y prácticas, sin importar la procedencia de los responsables y contra quienes actúan.
A su vez, lo acontecido en Londres, que pudo concluir en una matanza de mayor magnitud, debe promover el análisis sobre lo erróneo de tratar de igualar a los extremistas con todos los representantes del islam y de incentivar la xenofobia.
Igualmente, tendría que evitarse la manipulación de un tema tan sensible como el terrorismo para hacer proselitismo a favor de agrupaciones políticas de extrema derecha, una tendencia con asidero en algunos países y regiones.
Si se evaden esos desafueros, la comunidad internacional estará en condiciones de responder con más energía y eficacia ante los sujetos inclinados a sembrar el terror en un mundo civilizado.