por Guillermo Alvarado

Las autoridades francesas aceleran la búsqueda de alternativas para poner fin a una serie de protestas que mantienen paralizado al departamento de ultramar de la Guayana, ubicado en el sur del continente americano, donde la población exige mejores condiciones de vida y un estatuto político que les permita tomar sus propias decisiones sin pasar por la aprobación de París.

El colectivo “Para que la Guayana despegue” rechazó un plan de ayuda financiera por 1 085 millones de euros para los próximos diez años presentado por la ministra de Ultramar, Ericka Bareigts, al considerarlo insuficiente y mal enfocado.

De acuerdo con Davy Rimane, representante del colectivo, el gobierno central francés ofrece entregar 100 millones de euros por año, cuando las necesidades urgentes del departamento requieren 2 500 millones en una entrega inmediata.

Puso como ejemplo la situación del hospital de Cayena, la capital, con una deuda a los proveedores por 39 millones de euros, y lo que París ofrece son apenas 20 millones.

La organización recordó que esa región tiene un retraso de medio siglo respecto a las condiciones de vida en la metrópoli y la situación de salud, educación, vivienda, transporte e infraestructura es insostenible. Una buena parte de su 250 000 habitantes carecen de agua potable y electricidad y el desempleo afecta hasta el 50% de los jóvenes menores de 30 años. Otro mal endémico en ese lugar es el elevado índice de violencia que mantiene en vilo a la población ante la ineficacia de la policía y el olvido del gobierno central.

De hecho el único lugar desarrollado es la base espacial de Kourou, donde se lanzan varios cohetes al año, pero allí todo el personal calificado viene del territorio continental francés y la población del lugar solo tiene empleos en áreas poco pagadas. La víspera decenas de personas ocuparon la base e impidieron el lanzamiento de una nave del programa europeo Arianne. “El cohete permanecerá en el suelo hasta que la Guayana despegue”, afirmaron los manifestantes.

Si alguien tuvo la oportunidad de leer esa magnífica novela de Henry Charriere llamada “Papillón” recordará las infames condiciones de vida del penal que desde 1892 se abrió en ese lugar, así como la difícil situación de las comunidades locales.

Si bien esa atroz cárcel se cerró en 1951, en la práctica poco ha cambiado para los habitantes, que también reclaman que se les otorgue un estatuto político particular, con suficiente autonomía para velar por sus asuntos sin la aprobación del gobierno central.

La Guayana Francesa depende casi por completo de las importaciones de alimentos y combustible debido a la fragilidad de su economía, basada sobre todo en actividades como la pesca y la agricultura.

En el fondo del problema subyacen las consecuencias de las políticas coloniales y neocoloniales europeas que se practican desde el siglo XVII y que se disfrazaron con nuevas formas administrativas insuficientes para ocultar problemas graves.

La crisis en la Guayana francesa tiene lugar cuando faltan apenas semanas para las elecciones presidenciales y legislativas del país europeo, y de allí la prisa de las autoridades para resolverla lo más rápido posible o, por lo menos, ponerle un parche a la grave situación.