Los alcances de la crisis en Península Coreana

بقلم: Maite González Martínez
2017-04-18 10:32:15

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Por: Guillermo Alvarado

La escalada en las declaraciones y otras manifestaciones de fuerza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su gobierno en contra de la República Popular Democrática de Corea, han recalentado sobremanera la crisis casi permanente en esa región del mundo y no pocos temen un desenlace armado, que hoy día necesariamente representaría una guerra a gran escala.

En esa vía apunta el traslado hacia la península coreana del portaaviones estadounidense Carl Vinson, acompañado por tres buques lanzamisiles, lo que fue visto por Pyongyang como una amenaza directa, que se afianzó con declaraciones del vicepresidente norteamericano, Michael Pence, durante su visita a Corea del Sur.

Dijo el vicemandatario que los recientes bombardeos contra una base aérea de Siria y el lanzamiento de la bomba de gran potencia sobre territorio de Afganistán son una muestra de la fuerza y la determinación de Trump para ejecutar cualquier acción.

El líder norcoreano, Kim Jon-un respondió con un impresionante desfile militar durante las celebraciones por el aniversario 105 del fundador de ese país, Kim Il-Sung, donde por primera vez se exhibieron misiles de largo alcance y otros armamentos modernos.

Además, el domingo se realizó una nueva prueba balística, si bien esta falló.

No obstante las abiertas manifestaciones bélicas de ambas partes, un inminente conflicto armado parece poco probable, como lo demuestra el hecho de que aparte del movimiento del portaaviones, en las otras bases militares de Estados Unidos en Asia y el Pacífico no se observan preparativos para una guerra en gran escala.

No obstante, el viceembajador de Corea del Norte ante la ONU, Kim In Ryong, denunció en Nueva York que Estados Unidos ha creado una situación tan peligrosa "en la que una guerra nuclear podría estallar en cualquier minuto".

Ante la inestabilidad creciente en esa zona, se multiplican los llamados desde todas partes del mundo para que ambas partes mantengan la mesura y traten de rebajar el nivel de la confrontación.

Durante la tradicional misa de pascua este domingo en El Vaticano el papa Francisco pidió a los líderes de los países de todo el mundo que "tengan el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas".

A nadie escapa, ni siquiera a los más obtusos asesores del presidente Trump, que el mundo jamás volvería a ser igual si se desata una conflagración de gran escala, con el uso del arma atómica incluida.

La Casa Blanca también tiene que tomar en cuenta la delicada configuración geográfica de la zona, donde hay dos socios estratégicos suyos, Corea del Sur y Japón, y una potencia con la que nadie querría buscarse problemas graves, que es China.

Una cosa es lanzar la “madre de todas las bombas” en una región inhóspita de Afganistán, y otra iniciar una guerra que puede convertirse rápidamente en un enfrentamiento atómico, con todos los peligros que eso conlleva para la sobrevivencia de nuestra especie y la del planeta que habitamos.

Son momentos en que debe primar la racionalidad por encima de intereses que no conducen a ninguna parte, que no sea la muerte, el dolor y el crudo invierno nuclear, la madre de todas las pesadillas.



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