Si antes los imperios aseguraban su hegemonía a través de la dominación colonial, hoy, con la misma crudeza pero con mayor sofisticación, lo hacen con las bases militares, enclaves que permiten a los poderosos enseñar los músculos de sus ejércitos.
El fin de la Segunda Guerra Mundial significó una rápida aparición de bases militares extranjeras, sobre todo de Estados Unidos en Alemania, Italia y Japón, pero siete décadas después ese despliegue aumenta en las cuatro esquinas del planeta.
En la actualidad hay unas 1.100 bases distribuidas por todo el mundo, de acuerdo con cifras del Consejo Mundial por la Paz (CMP) que recuerda que tras el fin de la última conflagración mundial Washington instaló más de un centenar en cada uno de los países que terminaron vencidos en esa contienda.
“Es evidente que ha crecido el número de bases militares en territorio extranjero”, asegura el presidente del Movimiento Cubano por la Paz, Silvio Platero, principal organizador de un Seminario Internacional por la paz y la abolición de esos enclaves.
Ese foro, que reunirá a unos 200 activistas de 25 países, se realizará del cuatro al seis de mayo próximo en Guantánamo, en el extremo oriental de la isla, donde Estados Unidos mantiene la base naval a contrapelo de los deseos de los cubanos que la consideran ilegal.
“Hay una buena cantidad de bases militares, pero la mayoría son de Estados Unidos que según el Consejo por la Paz de ese país tiene 852 en los cinco continentes. Solamente en nuestra área, aunque hay diferentes criterios, hay 76 bases militares”, afirma Platero.
Lo cierto es que en la actualidad los nuevos enclaves no son como los “tradicionales”, que albergan grandes contingentes de soldados, como la Base Naval de Guantánamo, o la de Palmerola, en Honduras, sino que se edifican para emplear tecnología de avanzada con fines militares.
Para el activista cubano, ese es un proceso muy peligroso, “sobre todo teniendo en cuenta a la nueva administración de Estados Unidos, que es capaz de generar un conflicto de dimensiones nucleares” y señala el rápido incremento de las tensiones en la Península Coreana.
En el caso latinoamericano, Platero considera que la asunción de nuevos gobiernos de corte neoliberal han silenciado el tema de las bases militares y en ese sentido pone como ejemplo a Argentina.
“Existe una lucha mundial por la devolución de Las Malvinas a Argentina. Ahora el nuevo gobierno argentino realmente no la ha priorizado, ni menciona”..
También asegura que hay lugares donde se utiliza lo que llama “bases ocasionales”, como Paraguay, donde se emplean las mismas posiciones militares nacionales para albergar a oficiales estadounidenses.
Además menciona a República Dominicana y a Perú como países donde la presencia castrense norteamericana se encubre de distintas formas pero con el mismo objetivo “garantizar los intereses de Washington”.
No obstante, pone en relieve lo sucedido hace unos años en Manta, Ecuador, donde la presión del gobierno y los movimientos populares obligó a Estados Unidos a abandonar y devolver esa base militar a las autoridades ecuatorianas.
“Son momentos de unidad, de unir todos los esfuerzos en la lucha por la erradicación de las bases militares extranjeras”, subraya Platero.
Y no le falta razón a Platero, porque la acción popular es hasta el momento lo único que ha logrado detener las pretensiones de Estados Unidos, un imperio cuya extensión no se mide hoy a partir de las colonias, sino de las bases militares.
Por Raúl Menchaca/RReloj.