por Guillermo Alvarado
Esta semana el Reino Unido y Francia celebrarán elecciones legislativas que tienen un carácter de gran importancia porque definirán la estabilidad interna de ambos países en una coyuntura muy compleja en el viejo continente, matizada por el incremento de acciones terroristas y el futuro de la Unión Europea.
La primera ministra británica, Theresa May, confirmó que la cita con las urnas será el próximo jueves, a pesar del atentado terrorista del reciente sábado que dejó siete muertos y medio centenar de heridos, algunos de ellos en estado crítico.
Serán unos comicios con final cerrado entre el partido Conservador, actualmente en el gobierno, y los Laboristas, que podrían alcanzar una buena cantidad de escaños e, incluso, romper la mayoría de que disfruta May en estos momentos.
Cuando la jefa de gobierno británica sorprendió al mundo al convocar a elecciones anticipadas, todo estaba a su favor y se preveía una cómoda victoria que le permitiría llevar adelante sin sobresaltos las ríspidas negociaciones del divorcio con la Unión Europea.
Contratiempos económicos y los atentados terroristas, sin embargo, socavaron la confianza en May y permitieron un avance en los sondeos de los laboristas, cuyo líder, Jeremy Corbyn, comienza a soñar con una victoria que lo pondrá al frente de la nación en uno de los momentos más difíciles, quizás, desde la II Guerra Mundial, pues el Reino Unido debe pagar una costosa factura por el brexit, y luego demostrar que puede continuar por la senda del desarrollo fuera de la Unión Europea.
Para Theresa May la victoria sólo puede significar conseguir una aplastante mayoría parlamentaria, o de lo contrario su autoridad se verá severamente afectada.
En Francia, mientras tanto, el domingo será la primera vuelta de las votaciones legislativas, también muy importantes porque de ellas dependerá la estabilidad del ejecutivo encabezado por Enmanuel Macron.
El joven político, fundador del partido La República en Marcha, se ha venido consolidando dentro y fuera del país y la mayoría de los sondeos le dan entre el 29 y el 31 por ciento de intención de votos, tanto en la primera como en la segunda vuelta, bastante lejos de sus adversarios de las agrupaciones tradicionales francesas.
En segundo lugar aparecen empatados con 22 puntos la organización conservadora Los Republicanos y el extremista Frente Nacional, y con 11,5 por ciento aparece el partido de izquierda Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon.
Desarticulado y con graves fracturas internas, el Partido Socialista apenas alcanzaría nueve puntos en estas elecciones y se habla ya de una reestructuración a fondo, con cambio de nombre incluido.
Si Macrón, a pesar de las denuncias contra dos de sus ministros por malos manejos administrativos en el pasado, logra la mayoría en las cámaras legislativas, la Asamblea Nacional y El Senado, su gobierno se desarrollará sin mayores inquietudes.
Un gobierno francés sólido será un soplo de alivio para la Unión Europea de cara al proceso de abandono del Reino Unido de ese bloque continental y la más reciente mala noticia, la renuncia de Estados Unidos al Tratado de París sobre cambio climático, cuyas consecuencias aún están por verse.
