Por: Roberto Morejón
Los habitantes de las serranías en Cuba celebran por estos días el aniversario 30 del Plan Turquino, creado con el propósito de lograr un desarrollo integral y sostenible de las áreas de difícil acceso, cuyos aportes económicos son potencialmente altos.
Tres décadas atrás se puso en vigor ese importante proyecto socioeconómico, estrechamente vinculado con el fortalecimiento de la capacidad defensiva del país.
Las áreas montañosas ocupan 21 por ciento del territorio cubano, donde habitan unas 550 mil personas, que constituyen cinco por ciento de la población total de la nación.
Hoy es apremiante una respuesta mayor de esas regiones en la explotación de los recursos agropecuarios, hídricos y forestales para cubrir necesidades del país y garantizar nuevas inversiones en las montañas.
Para incentivar esa respe aporte se refuerza la atención integral a las familias residentes en zonas abruptas de Cuba.
No se parte de cero porque el área presenta notables avances en la atención a la salud y educación y habilitación de farmacias en los expendios de alimentos.
Igualmente aumentaron las salas de video y los proyectos recreativo-culturales vinculados a las cooperativas agropecuarias. Gran esfuerzo se hace además por las autoridades para rehabilitar los caminos serranos muy deteriorados por falta de mantenimiento y con dificultades para el normal acarreo de mercancías.
El Ministerio de Transporte incorpora de acuerdo con los recursos disponibles los denominados semi-ómnibus, con tecnología china, para el traslado de los habitantes de comarcas tan alejadas.
También está previsto beneficiar a esa parte del territorio nacional con el avance de las fuentes renovables de energía.
Pero el programa debe dar un salto en la producción agropecuaria y la conservación de la naturaleza en su condición de reserva para la economía.
Téngase en cuenta que en los macizos montañosos se fomentan recursos como el cacao, madera, miel de abejas y café, este último con crecimiento en las últimas cosechas y en proceso de replantación.
Desafortunadamente, persiste el éxodo del campo a las ciudades y escasea la mano de obra en los montes, al punto de que debe conseguirse en los poblados y trasladar a miles de jóvenes hacia los planes clave.
Se sabe que más de 60 por ciento de las personas que trabajan en las montañas de Cuba son jóvenes y la mayoría no habita en las zonas
rurales.
Para revertir la partida de nativos de las zonas más abruptas se requieren muchos recursos, escasos en un país pobre como Cuba.
No obstante, existe la premisa de organizar los servicios básicos en la montaña con la misma responsabilidad y agilidad con que se hace en las cabeceras municipales y provinciales.