Crisis en el Golfo, ¿juego de tronos?

بقلم: Maria Calvo
2017-06-07 10:59:09

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por Guillermo Alvarado

La ruptura de relaciones de varios países de la región del Golfo Pérsico y el Oriente Medio con Qatar, así como el férreo bloqueo aéreo y terrestre a que fue sometido ese rico emirato, demuestran la presencia en esa región de intereses muy poderosos que nada tienen que ver con la estabilidad, la unidad y la paz.

Si bien abrupta, la medida no es en realidad una sorpresa, pues las relaciones al interior del Consejo de Cooperación de Golfo están en franco deterioro desde que en 2014 ocurrió una crisis similar, debido al apoyo qatarí al depuesto presidente de Egipto, Mohamed Morsi, y su organización, los Hermanos Musulmanes.

Morsi fue derrocado en 2013 por un levantamiento encabezado por Abdel Fattah Al-Sisi y los Hermanos Musulmanes fueron ilegalizados y declarados terroristas.

A Qatar sus vecinos también le acusan de promover un acercamiento con Irán y sus simpatías al movimiento Hamas en la Franja de Gaza, pero en el fondo las cosas son mucho más complicadas, pues la misma Arabia Saudita promueve y arma al movimiento extremista Al Nusra en Siria y encabeza los criminales bombardeos contra la población de Yemen que prácticamente han arruinado a ese país, y nadie dice nada al respecto.

Arabia Saudita, junto con Bahrein, los Emiratos Arabes Unidos y Egipto dirigen ahora las acciones hostiles contra Qatar, y han arrastrado a la crisis a los gobiernos de Marruecos y Maldivas y a otros que existen casi sólo en papeles, como el de Yemen en el exilio y el de Libia, que carecen de cualquier representatividad práctica.

 

Además de las históricas y sangrientas rencillas entre los pueblos árabes, sean por razones políticas, económicas, religiosas o geográficas, en este caso hay un factor de peso que es la influencia de Estados Unidos , renovada en la reciente visita a esa zona del presidente Donald Trump, acontecimiento que es el detonante de la crisis.

El mismo jefe de la Casa Blanca publicó uno de sus acostumbrados mensajes por las redes sociales donde reconoce que en sus conversaciones con gobernantes árabes y del Oriente Medio declaró que ya no puede haber financiación de la ideología radical. “Los líderes apuntaron a Qatar”, dijo Trump.

Durante este periplo, el presidente estadounidense fortaleció los vínculos con la monarquía saudí dirigida por el rey Salman bin Abdulaziz , quien firmó un voluminoso contrato militar por la cuantiosa suma de ciento 10 mil millones de dólares.

En política rara vez hay casualidades, así que no extraña que luego de estos eventos Riad dirija sus acciones contra Qatar, país pequeño pero con una economía poderosa basada en la exportación de gas, y cuya expansión por varios puntos del planeta causa ojeriza entre sus ya no tan amistosos socios del Consejo de Cooperación del Golfo.

Aquí no se trata de una pelea entre buenos y malos. Es muy difícil estimar el límite donde empiezan unos y terminan los otros. Se trata de un despiadado juego de hegemonías, de tronos y de influencias, a ver quién complace más y mejor a Estados Unidos una potencia extra regional.

Y en medio de la barahúnda alguien es feliz y disfruta a más no poder: Israel, el único amigo de verdad, recordemos, que Washington reconoce en esa parte del mundo.



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