por Guillermo Alvarado
Al cumplirse un mes del asesinato en el estado mexicano de Sinaloa del reconocido periodista e investigador Javier Valdéz Cárdenas, las autoridades declararon que aún no han logrado identificar a los autores materiales e intelectuales del crimen que cubrió de indignación y bochorno a ese país latinoamericano.
El comunicador fue ejecutado con saña a pleno día, en un lugar público y ante una gran cantidad de testigos y, sin embargo, la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra de la Libertad de Expresión todavía no sabe nada sobre la identidad de los asesinos.
Lo mismo ocurre con el caso de Miroslava Breach, quien igual que Valdez era corresponsal del diario La Jornada e investigaba casos de corrupción y narcotráfico, lo que en esa nación casi equivale a una sentencia de muerte.
Ante la ineficacia de las investigaciones, los encargados de dilucidar estos asesinatos optaron por ofrecer una recompensa de un millón y medio de pesos con la esperanza de encontrar información, lo que equivale prácticamente a reconocer su incapacidad e impotencia contra el crimen organizado.
Este jueves miles de activistas y comunicadores realizaron marchas de protesta en cuatro estados mexicanos, Sinaloa, Baja California, Guerrero y Michoacán para exigir justicia al gobierno que preside Enrique Peña Nieto, así como medidas más efectivas para resguardar la vida de quienes cumplen con la función social de informar sobre lo que ocurre en el país.
En Sinaloa encabezaron una multitudinaria marcha el director del semanario Riodoce, Ismael Bojórquez, y Griselda Triana, viuda de Javier Valdéz, quienes exigieron a las autoridades locales y nacionales proteger la vida de los periodistas y sus familiares.
Manifestantes en el estado de Guerrero exigieron explicaciones por el ataque a un grupo de reporteros por unos cien hombres armados, ocurrido el 13 de mayo en la localidad de Tierra Caliente, justo en las cercanías de dos retenes del ejército.
México está considerado como uno de los países más violentos del mundo, y entre los más peligrosos para el ejercicio del periodismo, ante la pasividad de los aparatos de seguridad y justicia, un fenómeno que lamentablemente no es nuevo.
Esto ha provocado claras señales de indignación entre la población, como se puso en evidencia la víspera durante las manifestaciones, donde se enarbolaron carteles con reclamos como “No al silencio”, “ya basta” y “ni uno más”.
Durante un foro sobre Salud Mental en un Contexto de Violencia celebrado en la capital mexicana se concluyó que el país vive una situación delicada, que ha dejado decenas de miles de muertos y desaparecidos, así como graves repercusiones psicológicas y emocionales en buena parte de la sociedad.
En el evento el Estado fue duramente criticado, no solo por la inoperancia para controlar la violencia, sino porque también la ejerce como método para mantener el control sobre la población.
Panorama terrible en un país que durante décadas fue refugio para miles de latinoamericanos que buscaban escapar a la represión y la muerte, y que ahora ha caído también en ese vórtice de fuego y destrucción.