Por María Josefina Arce

Bajo el mandato de Luis Inacio Lula Da Silva millones de personas salieron de la pobreza y se vieron beneficiadas por programas sociales que mejoraron sus condiciones vida. Los brasileños no olvidan que bajo el gobierno del Partido de los Trabajadores se tomó por primera vez en cuenta a los sectores más humildes de la sociedad.

Por eso este jueves se lanzaron a las calles de las principales ciudades del país para protestar por el acoso jurídico de que es objeto el ex presidente, sancionado, sin pruebas, a nueve años y medio de prisión por supuestos delitos de corrupción y lavado de dinero, y a quien en las últimas horas le bloquearon sus bienes.

Está claro que Lula Da Silva despierta simpatías, no deja indiferente a los brasileños y por eso sus enemigos lo ven como una amenaza para las próximas elecciones generales, previstas para octubre del año próximo.

La derecha con sus rejuegos busca abrirse camino para quedarse con el poder. Ya en un primer paso protagonizó el pasado año un golpe parlamentario contra la ex presidenta Dilma Rouseff, depuesta finalmente de su cargo.

El golpe comenzó a gestarse en 2015, bajo la figura de juicio político por supuestamente haber maquillado cuentas públicas. Sin embargo, un informe presentado por técnicos del Senado exculpó a Rousseff de las acusaciones por maniobras fiscales, al no encontrarse pruebas del delito.

Ahora la derecha maniobra a todas luces para quitar del medio a un fuerte contrincante, pues aún con una fuerte campaña mediática en su contra Lula Da Silva, del Partido de los Trabajadores, sigue siendo el favorito para imponerse en los comicios.

Las encuestas de opinión no favorecen en nada al presidente no electo Michel Temer y a su Partido Movimiento Democrático Brasileño y por el contrario, arrojan que Lula da Silva lidera todos los escenarios electorales en Brasil para los comicios presidenciales de octubre de 2018,
El ex primer mandatario tiene 30% de intención de voto, una cifra muy por encima de sus contrincantes, mientras que el Partido de los Trabajadores es el principal partido de adhesión de los brasileños, con 18% de apoyo contra el 5% del Partido Movimiento Democrático Brasileño, del actual gobernante.

De hecho Temer solo alcanza el siete por ciento de la intención de voto, lo que no sorprende dada su gran impopularidad por los escándalos de corrupción en que está inmerso y las medidas adoptadas en contra de la gran mayoría de los brasileños, quienes han visto en los últimos meses como se han esfumado conquistas de años.

Durante su gestión, caracterizada por una política neoliberal, Temer ha puesto en marcha reformas que afectan las pensiones y los logros de los trabajadores brasileños, quienes cargan hoy con una economía que no acaba de levantar.

Los brasileños no están contentos y la derecha teme con razón, que ese descontento se refleje en las urnas. Por eso su estrategia ha ido desde pretender anular desde el Congreso las elecciones de 2018, hasta quitarse del medio a un rival de la talla de Lula Da Silva, quien no solo sentó pautas en Brasil, sino que durante sus dos mandatos fue un indiscutible líder a nivel internacional.