La violencia de la pobreza

بقلم: Bárbara Gómez
2017-07-27 10:02:22

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Imagen tomada de Internet

Por: Guillermo Alvarado / RHC

En los últimos días 15 personas murieron en dos incidentes separados cuando intentaban entrar sin documentos a Estados Unidos, empujados todos ellos por un común denominador, la terrible pobreza en que viven en sus lugares de origen y todos los males asociados a esta situación, entre ellos el abandono de que son víctimas por parte de las autoridades.

Numerosos titulares de prensa provocó el caso de diez inmigrantes que perecieron asfixiados en el interior de un camión de carga que no tenía ventilación ni aire acondicionado, donde viajaban junto con otros 29 que lograron sobrevivir a las infames condiciones a que fueron sometidos por los traficantes de seres humanos.

De acuerdo con testimonios de sus familiares, debieron pagar a los conocidos como “polleros” o “coyotes” sumas de entre tres mil 500 y siete mil dólares, dinero que en muchos casos salió de la venta o hipoteca de sus escasas pertenencias.

Menos atención causó la muerte pocos días después de cinco centroamericanos, tres mujeres y dos hombres, que fallecieron ahogados en el río Bravo, en las cercanías de Ciudad Juárez, en el estado mexicano de Chihuahua.

En todos los casos se trata de personas jóvenes, muchos ya padres de familia, que salieron de sus hogares en busca del mal llamado “sueño americano”, con frecuencia devenido pesadilla, en donde suponen que encontrarán las oportunidades de trabajo que en su país se les negaron y podrán labrarse un futuro para sí mismos y sus parientes y escapar del flagelo de la miseria.

Son víctimas de la pobreza que azota a los países del Triángulo Norte centroamericano, El Salvador, Honduras y Guatemala, así como amplias zonas de México, una nación donde conviven dos mundos, uno de la más insultante opulencia, y el otro sumido en una tremenda carencia de todo lo indispensable.

Tan dura es su vida, que a pesar de todos los peligros en un viaje donde no cuentan con más protección que el azar y algunas manos bondadosas dispuestas a aliviar sus penas, deciden abandonarlo todo para tomar por asalto un mundo que se les exhibe en el cine, la televisión, las revistas y la publicidad, pero donde la entrada está severamente prohibida y no pocas veces la muerte es el precio que deben pagar.

Ahora, además, deben enfrentar las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, marcadas por el racismo y la xenofobia, caso paradójico para un país que nació, creció y se hizo grande gracias a las oleadas de seres humanos que históricamente arribaron a sus puertas para trabajar y generar riqueza.

Ni los muros ni las amenazas han logrado parar el motor impulsor que significa la desesperación. En el primer semestre del año 104 mil 288 personas fueron interceptadas en la frontera estadounidense, no se sabe cuántas lograron cruzar y tampoco se tiene un registro exacto de los que murieron en el intento.

Muchos cadáveres de inmigrantes yacen en las arenas de los desiertos, los lechos de los ríos o en tumbas clandestinas diseminadas en el territorio mexicano, lo cual demuestra que la pobreza es una de las formas más atroces e indignantes de violencia que puede sufrir un ser humano.

 



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