Por: Guillermo Alvarado

Si bien el desastre de proporciones catastróficas que se esperaba en el estado norteamericano de Florida por el paso del huracán Irma no se produjo, la suma de los daños humanos y materiales crece, así como el descontento de la población por la demora en el arribo de ayuda y en la restauración de servicios esenciales.

El ciclón se debilitó luego de un recorrido de unas 72 horas sobre el litoral norte del archipiélago cubano, y cuando llegó a las costas de Florida el impacto fue menor de lo anunciado, aunque los destrozos en miles de viviendas son evidentes.

Hasta el viernes un millón y medio de viviendas y comercios carecían de fluido eléctrico, en medio de un intenso calor. En estas circunstancias de conoció la muerte de ocho ancianos que estaban en una residencia para mayores en Miami, que no contaba con aire acondicionado por la falta de energía desde el paso del meteoro.

La policía que rescató los cuerpos constató el fuerte calor que se sentía en el lugar y evacuó a otros adultos mayores, algunos de los cuales están en estado crítico.

Esta tragedia fue un llamado de atención a las autoridades sobre la precariedad en que sobreviven los ancianos en estos sitios. De acuerdo con estadísticas oficiales en Florida hay un millón 600 mil personas con al menos 75 años y por lo menos la mitad tienen alguna limitación física por lo que requieren una atención especial.

Hasta ahora se contabilizan 32 fallecidos en Florida como consecuencia del fenómeno, más otros siete ocurridos en Georgia y Carolina del Sur, aunque la cifra podría aumentar a medida que avancen las tareas de limpieza.

En medio de la coyuntura generalizada, hay quienes la pasan peor que otros, entre ellos los inmigrantes indocumentados que temen acudir a los sitios oficiales de ayuda, como albergues y comedores, por miedo a ser detectados y, eventualmente, capturados para su posterior expulsión.

También figuran aquí los 3,3 millones de habitantes de Florida que viven en situación de pobreza y que representan el 16 por ciento de la población total.

Quienes entre ellos son propietarios de sus viviendas no tienen por supuesto acceso al seguro y ahora que las perdieron por el impacto del ciclón no tienen la menor idea de cómo harán para reconstruirla.

Para los que alquilan habitaciones o pequeñas casas la situación también es preocupante porque la parálisis de la economía tras el paso de Irma, significó también la pérdida de sus fuentes de ingresos y no tienen con que pagar.

La orden de evacuación que dieron las autoridades antes del arribo del huracán fue para esta gente intrascendente por completo pues además de no tener vehículos para transportarse, carecían de un lugar a dónde ir, por lo que debieron quedarse para enfrentar el riesgo.

En el llamado país de las oportunidades, ellos simplemente no tuvieron ninguna para escapar del ciclón y ahora su pobreza es mucho más aguda y oprobiosa, así como la creciente sensación de abandono.   FIN