Por: Roberto Morejón

Después de cuatro vueltas de espinosas conversaciones, los representantes de México, Canadá y Estados Unidos tienen más fricciones que al inicio sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, conocido por sus siglas TLCAN.

La letra del convenio se sometió a escrutinio por presiones del presidente estadounidense, Donald Trump, quien lo califica de un mal acuerdo.

El hecho de que una de las partes ponga en tela de juicio aspectos de un tratado es normal, pero en el caso del TLCAN las pugnas son mayores porque Estados Unidos quiere imponerles sus puntos de vista a los socios México y Canadá.

La ministra canadiense de Relaciones Exteriores, Chrystia Freeland, reflejó el malestar de su país al subrayar que el futuro acuerdo renegociado NO puede partir de “una mentalidad de tomar todo" y con un enfoque de socavarlo, en lugar de modernizarlo.

Ocurre que los representantes de Trump ponen sobre la mesa de diálogo la obstinada y egoísta filosofía de América primero.

Entre los asuntos que generaron roces y llevaron a que la cuarta ronda de diálogo concluyera sin coincidencias destaca la modificación de las reglas de origen en la industria automotriz y los mecanismos de solución de controversias.

Otro punto álgido se relaciona con los intentos de Trump de imponer una cláusula de expiración del Tratado.

Los interlocutores de Estados Unidos lo acusan de hacer propuestas contraproducentes para la competitividad regional e incluso contrarias al sistema de la Organización Mundial del Comercio.

Además, tanto Canadá como México se niegan a la solicitud de Washington de que un acuerdo renovado contribuya a reducir el déficit comercial estadounidense.

El alto número de diferencias pone de relieve cuánto queda por hacer para facilitar la siguiente ronda de la renegociación, fijada para 2018, aunque antes, en noviembre, las partes discutirán asuntos formales.

Para ese encuentro será una realidad que solo se han cerrado dos capítulos de casi 30 temas sumados a la agenda de la renegociación.

La posibilidad de un callejón sin salida NO está descartada. Al parecer así lo piensa el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, pues instruyó analizar las posibles afectaciones al comercio exterior de su país.

Recordemos la alta dependencia de México de las importaciones de Estados Unidos y la imposibilidad de que la pequeña y mediana industria local cubran los requerimientos del mercado, por sufrir la competencia desleal de sus socios ricos.

Sin dudas, la administración Trump le genera a México constantes preocupaciones.

A los problemas creados por el provocador muro fronterizo se unen las expulsiones de inmigrantes, las coerciones a los indocumentados y ahora las fricciones en la renegociación del TLCAN.