Por Guillermo Alvarado
Especialistas de la Organización de las Naciones Unidas revelaron que a cada cinco minutos en algún lugar del planeta un niño muere a causa de la violencia, un dato más de la asombrosa capacidad de nuestra especie para aniquilarse a sí misma, en este caso destruyendo la semilla que debiera garantizar el futuro y permanencia en el globo terráqueo.
Durante un acto celebrado en el Senado de México, la representante especial del secretario general de la ONU sobre la Violencia contra los Niños, Martha Santos Pais, explicó que en todo el planeta la mitad de la población infantil es víctima de agresiones, ya sea en el hogar, en la escuela o en la comunidad.
En muchos casos, los maltratos desencadenan el fallecimiento de los menores sin que existan mecanismos suficientes para prevenir esta situación. Más aún, en ocasiones los medios diseñados para supuestamente garantizar la seguridad de las víctimas se convierten en trampas para quienes tienen la fatalidad de caer en ellas.
Pocos recuerdan en lamentable caso ocurrido en Guatemala cuando en un centro de acogida para niños sin amparo, eufemísticamente llamado “hogar seguro” una protesta por los maltratos allí sufridos terminó en un incendio que consumió las vidas de más de 40 niñas.
Hasta el momento sólo algunos funcionarios menores están encausados por esta tragedia, pero ningún alto responsable, incluidos algunos miembros del organismo ejecutivo muy cercanos a la presidencia de la República fueron vinculados.
Santos País se refirió también a cómo el crimen organizado se aprovecha del desamparo en que viven muchos infantes para explotarlos de varias formas. Es común que en naciones centroamericanas y México, corredores del tráfico de drogas, se les emplee como vigilantes o para el trasiego de pequeñas cantidades de estupefacientes.
Conocido es también el accionar de las pandillas juveniles, las denominadas “maras” que suelen reclutar niños para el cobro de extorsiones o incluso para ejecutar a quienes se les oponen. El sicariato infanto-juvenil es un penoso fenómeno en los lugares donde estas bandas operan.
En África son tristemente célebres los niños soldados, que en lugar de aprender a leer y escribir, se adiestran en el uso de armas de fuego y para quienes matar o morir son vicisitudes comunes de cada día.
La funcionaria de la ONU se refirió a la cantidad de infantes que son obligados por la violencia y la miseria a abandonar sus hogares y aún su país, sin que los fantasmas que los presionaron a emigrar los abandonen durante su trayecto, generalmente hacia el mundo desarrollado, ni tampoco cuando logran llegar a su destino.
Triste actuación de una especie que de esta manera destruye su futuro, es decir a su infancia, ya sea negándole el derecho a la educación, alimentación y desarrollo, a vivir en una familia y disfrutar de protección y afecto, o simple y llanamente cortando de tajo su vida de manera brutal e insensata.