Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no desperdició la oportunidad de aprovecharse de una tragedia que enlutó a varias familias para sus aviesos fines políticos, y utilizó el atentado perpetrado en la ciudad de Nueva York para atacar el sistema de visas vigente en ese país y arremeter contra los inmigrantes.
En la llamada “ciudad de la manzana” un hombre de origen uzbeko identificado como Sayfullo Saipov irrumpió con una camioneta en una vía para bicicletas y atropelló a 19 personas, de las que fallecieron ocho.
Inmediatamente el jefe de la Casa Blanca calificó el atentado como un acto terrorista y cuestionó el programa de sorteos para el otorgamiento de visas, por medio del cual este sujeto entró al país en 2010.
En su típica actitud intolerante, el presidente Trump acusó por esta tragedia al senador Chuck Schumer, jefe de la bancada del partido Demócrata en el Senado, por haber apoyado este sistema hace tres décadas, olvidando u omitiendo que esa ley se aprobó por los dos partidos y entró en vigencia bajo la presidencia de George Bush, padre, del partido Republicano.
Se refirió al autor del ataque como un “animal” y amenazó con enviarlo directamente al campo de prisioneros de la base naval de Guantánamo, un enclave ilegal que ocupa territorio cubano contra la voluntad del gobierno y el pueblo del archipiélago caribeño. En esa prisión se practica la tortura contra los detenidos, cuyas garantías jurídicas y humanas son ignoradas de manera flagrante.
Trump también utilizó el drama ocurrido en Nueva York para cuestionar el sistema de justicia al que tildó de ser un chiste. Reiteró, asimismo, su voluntad de aplicar restricciones al ingreso de inmigrantes.
Numerosas personalidades, entre ellas el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, y el alcalde de esa urbe, William de Blasio, criticaron el mensaje del presidente y dijeron que es un momento para patentizar solidaridad y llamar a la unidad nacional.
Algo que llama poderosamente la atención es la reacción rabiosa de Trump contra Saipov, tildado de terrorista y combatiente enemigo por su calidad de inmigrante, lo cual contrasta con el trato otorgado al autor del tiroteo perpetrado en la ciudad de Atlanta, que mató a más de 50 personas e hirió a cientos antes de suicidarse.
En este caso se trataba de un hombre blanco, de nacionalidad estadounidense y miembro del sistema y lo peor que se llegó a decir de él es que era un loco, pero jamás se utilizó oficialmente el término de terrorismo en torno a esa masacre.
Ambos atentados son completamente repudiables, pero resulta curioso cómo se trató de manera diferente al culpable blanco y norteamericano, respecto al inmigrante nacido en Uzbekistán.
Pareciera que para el señor Trump lo que caracteriza una masacre como terrorismo no es la naturaleza del hecho, sino la naturaleza del autor, lo que no resulta del todo extraño en un país donde asesinos confesos, como Luis Posada Carriles, disfrutan de protección y total libertad después de dejar un reguero de sangre, muerte y sufrimiento en varios países de nuestra región.