Por Roberto Morejón
La reconstrucción de la asolada ciudad norteamericana de Houston se contempla en un millonario plan que descansa para su ejecución en la mano de obra barata de los inmigrantes, acosados por la administración del presidente Donald Trump.
La contradicción entre el ambicioso programa de rehabilitación de la urbe y la política oficial de la administración central del país suma una nueva polémica a la gestión del magnate neoyorquino.
La principal ciudad del estado de Texas sufrió estragos por las inundaciones originadas por el huracán Harvey, el más potente en Estados Unidos en 12 años, causante del éxodo de los lugareños.
Pero la reconstrucción de la destruida metrópoli requiere de abundante mano de obra para los trabajos manuales pesados, usualmente destinados a los inmigrantes.
Hasta ahí NO hay nada nuevo, pero todo se complica en un país regido por un presidente con una línea que le otorga la supremacía a los blancos y atribuye a los inmigrantes, con papeles o NO, la causa de muchos de los problemas de la Unión.
Con menos de un año en la Casa Blanca, Trump tiene una hoja de servicios obsesivamente anti-inmigrante.
El gobernante puso fin al programa de Acción Diferida establecido por la administración del ex presidente Barack Obama para permitirle a casi 800 mil jóvenes sin papeles, que llegaron con menos de 16 años, vivir y trabajar sin persecución en Estados Unidos.
Trump ordenó construir un muro en la frontera con México para frenar el acceso de extranjeros y obstaculizó la llegada de refugiados al solo autorizar 45 mil anuales de los 110 mil permitidos antes.
La presente administración liquidó un programa para refugiados adolescentes y niños procedentes de El Salvador, Honduras y Guatemala que tienen a sus padres como residentes legales en Estados Unidos.
El líder republicano hoy atrincherado en la Casa Blanca también dio la orden para aumentar las detenciones de inmigrantes y enviarlos a las cárceles.
El aludido prohibió asimismo los viajes de personas de un grupo de países mayoritariamente musulmanes y puso término a un programa de apoyo a cerca de 5 mil inmigrantes de Nicaragua.
A contrapelo de esa ofuscada línea de acción las compañías constructoras inician la rehabilitación de Houston y cuentan con los inmigrantes, quienes, atraídos por la oferta, tratan de llegar a la urbe, al precio de sortear la cacería policial.
Los que aspiran a ser contratados y los finalmente aceptados denuncian el doble rasero de una sociedad que mientras los estigmatiza y acosa, NO puede prescindir de ellos para encargarles acciones productivas y de servicios de bajas remuneraciones, inaceptables para los estadounidenses.